lunes, 2 de junio de 2008

La extraña "corte" de Salvador Dalí

Gala, Amanda Lear, Andy Warhol, Jodorowsky, Giger, Felini, Passolini, los Rolling...
MAGIA, BRUJERIA, SATANISMO Y PERVERSION EN EL ARTE CONTEMPORANEO


El Tarot atribuido a Dalí es uno de los que han experimentado más difusión en los últimos diez años; sin embargo su origen es prácticamente desconocido y llama la atención que, si bien goza de una difusión extremadamente amplia muy pocos especialistas en cartomancia lo utilizan; es habitual entre estos calificarlo con unas palabras tan reiterativas como definitorias: el "Tarot Dalí" no tiene "buenas vibraciones", "hay algo en él que es negativo, extraño". No ha faltado quien nos lo definiera como "satánico".

El "Tarot Dalí" es el producto de un entorno artístico y cultural en el que lo frívolo, las perversiones eróticas, las supersticiones, el gusto por la magia y la brujería, las mancias e incluso el satanismo, se dan cita. En su época se llamó a este ambiente "la corte de Dalí".

GALA Y LA CARTOMANCIA

Es suficientemente conocido que muchos surrealistas eran grandes aficionados al Tarot; Gala creía firmemente en la capacidad adivinatoria de las cartas y en la suya propia. Para ella no se trataba de un juego, ni mucho menos de una distracción: era el patrón a través del cual analizaba su vida y la de Dalí día a día, actuando en consecuencia según el dictado de los naipes. Gala generó en Dalí el interés por las cartas del Tarot, hasta el punto de que el pintor se dejaba dirigir por las predicciones que Gala diariamente le realizaba al despertar.

El surrealismo ya había manifestado un interés cierto por el Tarot. Bretón mismo lo había loado e incluso durante los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial él y un grupo de acólitos diseñaron un "Tarot Surrealista" repleto de los símbolos y nombres habituales a este corriente.
Se ha dicho que la afición de Gala -y su dependencia- al Tarot procedía del ambiente parisino en donde en los años 20 y 30 era posible encontrar un adivino en cada esquina; posiblemente un amigo de René Crevel, amigo íntimo de Dalí, le ayudó a dar los primeros pasos en este terreno, posiblemente se tratase de algún amigo de René Crevel; no hay datos fiables sobre esto.

La hermana de Gala afirma que ésta aprendió a tirar el Tarot en Rusia. Cuando Gala se enamoró del poeta Paul Eluard en el sanatorio suizo de Clevedel ya sería -siempre según esta versión- una consumada tarotista. El mismo sobrenombre de Gala, procedería también de sus años de juventud. También es cierto que Gala procedía de Rusia, de Kazán, donde existían fuertes asentamientos gitanos; ella misma solía enfatizar su supuesto origen gitano -en otras ocasiones, también con evidente falsedad, se hacía pasar por judía- para justificar su destreza en el manejo del Tarot.

Cuando conoce a Dalí y se une a él ya dominaba la cartomancia. El pintor era el primero en reconocer sus méritos e infalibilidad; cuarenta años despues de encontrarse y de que Gala cotidianamente le realizara sus predicciones, Dalí comentó a Amanda Lear: "Gala lee muy bien las cartas; un día de tirará el Tarot; es extraordinario". Y efecticamente llegó el día en que se las tiró; si hemos de creer el testimonio de Amanda Lear, acertó plenamente: "-conocerás a un hombre joven que te seducirá por su gentileza"... y así fue, en efecto.

Y es que, en definitiva, como veremos, la historia del "Tarot Dalí" pasa por Amanda Lear.

LA INSPIRACION ANDROGINA: AMANDA LEAR

Por esos tiempos Amanda empezaba a frecuentar la "corte" de Dalí en París. Era 1965 lo más duro del rock se polarizaba en torno a los "Rolling Stones", con algunos de cuyos miembros Amanda Lear tenía una estrecha amistad. Fue sin duda su aspecto ambiguo y otros extremos de su físico los que despertaron una irresistible atracción en Dalí; por lo demás, Amanda Lear aprendió pronto los resortes psicológicos del pintor y los supo explotar mientras tuvo necesidad.
Amanda Lear estudiaba Bellas Artes en Londres en el otoño de 1965 y se ganaba la vida como modelo de una agencia parisina. La directora de esta agencia era amiga de Anita Pallemberg, compañera sentimental del "Rolling Stone" Brian Jones, mientras Amanda Lear estaba ligada a "Tara", un amigo de éste. Fue en el curso de una cena en "Chez Castel" cuando Brian Jones, "Tara" y Amanda, coincidieron con la "corte" de Dalí, a uno de cuyos invitados conocían. Es Amanda quien nos describe la escena: "Estaban sentados en una larga mesa presidida por Dalí, sentado en una especie de trono y rodeado de cortesanos, jóvenes preciosos y favoritas".
Dalí inmediatamente se sintió atraido por el físico de Amanda, alta, extremadamente delgada, de rostro agresivo: "¿Amanda? Es bonito, no teníamos ninguna Amanda en la corte" y al día siguiente les cita para comer; ya desde esa primera cita se evidencian los motivos por los que atrae la atención de Dalí: "Tiene usted una buena calavera" opina y dice a los otros: "mirad la buena calidad del esqueleto de Amanda". Luego Dalí les explicará que, en su concepción, el esqueleto es lo más importante, ¿motivo? "es lo que queda tras la muerte". Sin más preámbulos le pregunta si es lesbiana: "Todas las mujeres son un poco lesbianas y todos los muchachos pederastras, como seguramente su amigo, como todos los ingleses de buena calidad".

EL ENTORNO DE DALI. ANDY WARHOL

Dalí en aquella época parecía muy alejado de su período místico, estaba subsumido en un universo extraño, rodeado de personajes que muy poco le podían aportar, frecuentemente advenedizos o simplemente gentes que le ayudaban a satisfacer en alguna medida sus obsesiones voyeristas. Había poca gente capaz de enseñar algo nuevo al pintor de Cadaqués. Todavía no conocía a René Thom; el filósofo neoluliano Francesc Pujols estaba muy anciano y retirado a su "Torre de las Heures" en Martorell y el noble rumano Matyla Ghyka, con quien le unió una buena amistad y el común interés por el "Número de Oro" y la "Divina Proporción" pitagórica, ya había fallecido.

En la "corte" empezaban a prodigarse algunas polémicas figuras del entorno de Andy Warhol: Isabelle Dufresne, a la que Dalí había apodado "Ultra-Violet", y que era uno de los polos de atracción, y en algún momento Candy Darling, travestí particular de Warhol, muerta de cáncer de colon a los pocos meses y a cuyo entierro Dalí envió un suntuoso ramo de flores. Amanda Lear, más adelante, estrecharía sus vínculos con Warhol y volaría hasta la "Factory" de éste en Estados Unidos, verdadero centro de sus actividades artísticas. Desde allí Warhol dirigía la revista "Interview" en uno de cuyos números entrevistó a Dalí que aparecía en portada junto a Gala.

Warhol en aquellos tiempos, como Amanda, frecuentemente tomaban LSD y tenían muchos puntos en común. Dalí no aprobaba enteramente esta adicción, frecuentemente decía que el suyo era un poder alucinógeno superior al LSD y sin necesidad de consumirlo. En cualquier caso se diría que Dalí había encontrado en Warhol una especie de alma gemela muchos de cuyas preferencias sexuales compartía. Luego veremos como en el entorno parisino de Dalí a mediados de los años 60, un contingente notable procedía del ambiente rockero más problemático mientras que otro estaba formado por los colaboradores y amigos de Warhol.

EL SEGUNDO AMOR EN LA VIDA DE DALI

Pocos días después de su primer encuentro, Dalí tiene ocasión de ver el pie desnudo de Amanda Lear; no puede contenerse y muestra su sexualidad fetichista tal cual es: se abalanza sobre el hermoso pié; arrodillado, lo elogia y destaca su clasicismo -el dedo índice más largo que el pulgar- para luego besarlo durante un interminable lapso, jadeando de manera entrecortada y visiblemente alterado: "... estas cosas me causan una terrible impresión", se justifica Dalí, para declararle finalmente "Os amo, es una verdadera pasión, os amo cada vez más". Amanda extrañada recuerda: "[todo aquello] me pareció más una manifestación de fetichismo que un acto de amor". Pero el episodio es importante: Dalí, por segunda vez en su vida, declara su amor; tras Gala es Amanda Lear, el único ser del que se sentirá verdaderamente enamorado.

Dalí pintó a Amanda Lear en varias ocasiones desnuda y conocía perfectamente el secreto de su sexualidad. Aunque, tras haber alcanzado un cierto nivel de popularidad, negó siempre su travestismo, lo cierto es que basó su promoción artística precisamente en la ambigüedad sexual.
Cuando el semanario sensacionalista de extrema-derecha, "Minute", desvela que Amanda Lear es un transexual vietnamita, Dalí, no le reprocha absolutamente nada, sino que elogia esta condición: "Deberías de estar orgullosa, querida, ahora todo el mundo estará doblemente intrigado y te hará la corte. Por lo demás ¿es cierto? no eres ni chica, ni muchacho. Ya te lo he dicho: eres angélica, un arquetipo". Para Dalí la palabra "angélica" tenía el significado equivalente de hermafrodita y andrógino.

La asociación paranoica angélico-andrógino deriva ya de sus tiempos infantiles. Cuenta Dalí que un día sus tíos le obsequian con un disfraz de rey, capa de armiño, corona de oro y cetro blanco incluidos; se los prueba, la suavidad del armiño y la peluca le inducen a desnudarse esa noche ante el espejo; ve que algo sobra, que no entiende para qué puede servir y oculta sus partes entre los muslos, luego se mira satisfecho. Asocia su autodivinización a este impulso hacia la androginia del que la anécdota de su infancia da constancia y que luego reflejará en varios cuadros.

Este impulso vuelve a salir a la superficie en el momento en que siente el flechazo por Gala en 1929. Se enamoró, no de su feminidad, sino de la masculinidad de su espalda que reproducirá en varios cuadros. Pocos años después experimenta una sensación similar hacia la figura de Hitler del cual le excitan particularmente sus "fascinantes caderas blancas y rollizas"; la svástica le empieza a causar alucinaciones paranoicas: "estaba hasta tal punto obsesionado por la svástica que concentré mi delirio sobre la personalidad de Hitler que se me aparecía siempre en mi fantasía como mujer". A medida que Hitler gana poder y peso, la obsesión aumenta hasta alcanzar su punto álgido hacia 1935 cuando confiesa estar "obsesionado por la carne rolliza de Hilter, la más divina carne de una mujer de cutis blanquísimo".

Estas alucinaciones le satisfacen y se recrea en ellas, acaso porque como dice, es el momento en que "por fín rozo la locura".

DE LOS ROLLING A SACHER-MASOCH

A los pocos meses de haber surgido el idilio entre Dalí y amanda Lear, el compañero de ésta, "Tara", se mata en accidente. Amanda conoce a Marian Faithfull, que procedía de una antigua familia austríaca cuyos orígenes se remontaban a las profundidades de la Edad Media. Pero no sería ninguno de sus más remotos antepasados, sino uno de las últimas generaciones quien más daría que hablar, Leopoldo Sacher-Masoch, una de cuyas descendientes, Eva Sacher-Masoch se enamoró de Lord Glyn Faithfull, profesor de lenguas muertas, con quien se casó en 1946. Marian nació un año después.

Cuando tenía 17 años, el consumo de droga era prácticamente legal en el Reino Unido, bastaba una receta para conseguir todo tipo de barbitúricos y unas pocas libras para proveerse de una dosis de LSD. La cocaina costaba 50 libras el frasco y había para varias dosis. En 1964 los Beatles acababan de filmar "Help" y ya resultaba evidente que parte del rodaje se había realizado bajo los efectos de la marihuana. Ligada sentimentalmente a Mick Jager, líder del grupo, la Faithfull atravesó con él el infierno de la droga hasta que ella intentó suicidarse en Australia. Poco antes, el amigo de Amanda Lear, Brian Jones aparecía el 3 de julio de 1968 flotando en su piscina. Una sobredosis de "salbutanol" había acabado con su vida.

En aquel tiempo, según recuerda Amanda Lear, los hippies, juraban por el nombre de Dalí y muchos estaban convencidos de que el pintor era un habitual de la marihuana y el LSD y, en cualquier caso, el profeta de la nueva era. El pintor no hacía sino alimentar esas esperanzas: la túnica blanca que solía lucir en la época y las flores de jazmín que llevaba desde siempre prendidas al pelo en sus veranos de Cadaqués, le habían convertido en una especie de precursor del movimiento hippie.

Pero detrás de toda esta coreografía de flores y efluvios fraternos se cocía una realidad muy distinta en donde las perversiones sexuales ocupaban un lugar privilegiado. El Dalí voyerista tenía su equivalente en el "Rolling" Brian Jones que pagaba por ver números lésbicos entre prostitutas marroquíes y su novia Anita Pallemberg, la otra amiga de Amanda Lear. En una ocasión la Pallemberg se negó y Brian no duda en golpearla con tal dureza que lacera sus carnes con el látigo. Pero ese sadismo está teñido también -como en el caso de Dalí- de una componente masoquista. Con frecuencia Brian Jones le pedía a Anita que representara el papel dominante y lo azotase, cosa que ella hacía gustosa. En cuanto al fetichismo y al travestismo, Brian solía pedir a su novia que lo disfrazara de Françoise Hardy, la cantante francesa, alta, delgada y de cierta dureza y masculinidad de facciones, que hacía de ella otro modelo tan andrógino como podía ser Amanda Lear para Dalí.

Bien es cierto que Brian Jones requería de la droga para estimular sus alucionaciones mientras que a Dalí no le era necesario descender a esos terrenos. Brian, frecuentemente, al consumir LSD, veía monstruos: "¿Puedes verlos? Son terribles, salen del armario", decía asustado. Las cucarachas negras que se le aparecían tienen su equivalente en los saltamontes de las alucinaciones dalinianas.

¿EL TAROT DE DALI O TAROT DE AMANDA?

En el verano de 1966 llegó a Cadaqués el productor de la serie "James Bond", Harry Broccoli con una propuesta para Dalí. Broccoli estaba proyectando un nuevo film de la serie que llevaría el título de "Live and let die" que discurriría en un ambiente de brujería y magia negra. Dalí debería de proyectar unas cartas del tarot que aparecerían en el film y posteriormente serían comercializadas.

El proyecto no llegó a buen puerto -como otros proyectos del mismo estilo- por la suma astronómica exigida por Dalí. Fue precisamente Amanda Lear quien gestionó directamente este tema con Broccoli hasta que, finalmente, las negociaciones se rompieron en Londres. Pero llegado a este punto Dalí ya había hecho algunos bocetos y elaborado ciertas ideas que utilizaría Amanda Lear para componer lo esencial del tarot que conocemos como el "Tarot Dalí".

En realidad Dalí se limitó a entregar unos cuantos libros de arte a Amanda Lear quien provista de unas tijeras y después de aprender durante unas semanas el significado de las cartas y su lectura, realizó los collages sobre los que Dalí se limitó a dar unas pinceladas rápidas y estampar su firma. El peso del trabajo recayó luego sobre el diseñador gráfico y el grabador quienes dieron a las cartas la forma, el marco y el dorso que conocemos. Así pues, a decir verdad, el "Tarot Dalí" debe tanto a Dalí como a Amanda y ambos son en buena medida responsables del carácter siniestro que muchos especialistas han advertido en sus cartas.

LA NEUROSIS SEXUAL DE DALI

A principios de los años 60 la personalidad de Dalí sufrió una regresión en relación a su etapa anterior: parece como si su "período místico" (mediados de los años 40 y todos los 50) hubiera sido desbordado por un impulso hedonista y frívolo que se apoderaría de lo esencial de su personalidad en los siguientes veinte años. En esas fechas aparece la "corte" de Dalí a la que aludía Amanda Lear en su relato, gusta verse rodeado de aduladores a quienes, en realidad, desprecia y que muy poco le pueden aportar, como no sea una satisfacción de sus impulsos eróticos más aberrantes. Amanda Lear es uno de estos personajes que Dalí convierte en fetiche.

No es la única de este género. Marina Lusato, otra "daliniana" de la época, pasada luego a crítica furibunda contra el pintor nos describe como se vió envuelta en una experiencia alucinante: los ayudantes de Dalí habían preparado un largo tubo de tela granate, sujeto al techo con anillas de plástico, que Marina Lusato debía cruzar desnuda. Se adentró en el tubo reptando, gimiendo, agobiada por la estrechez del espacio y por la dificultad para alcanzar la meta, desesperada, angustiada y claustrofóbica; Dalí le explicó finalmente que había conseguido invertir el proceso biológico del parto; "en vez de salir un hombre del útero femenino, una mujer acaba de nacer del falo". Marina Lusato a partir de ese momento no tuvo la menor duda que muchas de las supuestas excentricidades de Dalí no eran tales, sino simplemente manifestaciones de una muy aguda neurosis sexual.

Pues bien, esta neurosis se fue acentuando con el paso de los años y alcanzó sus más altas cotas en la década de los 60 coincidiendo precisamente con el ascenso del movimiento hippi y con la aparición de una nueva moral sexual y un relajamiento de las costumbres traida por fenómenos tan diversos como la aparición de la minifalda, el gran momento del rock, la contestación estudiantil, la píldora, el nacimiento de la contracultura y el underground, etc.

CON URI GELLER: ESPIRITUALIDAD, SUPERSTICIO, MAGIA

Hacia finales de los años 60 y durante todos los 70, el vidente y paragnosta judío Uri Geller viajó por el mundo sorprendiendo por su capacidad para regenerar relojes aparentemente estropeados, para doblar cucharillas de café, etc, capacidades propias de cualquier espectáculo de "music-hall", pero que fueron presentadas como derivadas de sus supuestos "poderes psíquicos".

Uri Geller fue a ver a Dalí en Barcelona y en su presencia dobló una cucharilla y varios pequeños objetos metálicos. Esto era mucho más de lo que Dalí podía soportar; los ojos negros y penetrantes de Geller le ponía nervioso y sentía como le restaba capacidad de concentración. Para colmo Geller fue capaz de describir los objetos que se encontraban en la habitación de Amanda, con la precisión de alguién que los había visto; finalmente le bastó tocar una casette en la que ésta tenía grabada una de sus últimas canciones para predecir que sería un éxito, así como de tararear una melodía del mismo disco compuesta por ella y que nadia más conocía... Dalí simuló escepticismo ante todos estos fenómenos, pero lo cierto es que Uri Geller le impresionó. Dijo a uno de su colaboradores: "- Es temible este patatovski. Sus ojos me aterrorizan".

MAGIA Y SUPERSTICION

No es en la única ocasión en que el pintor evidencia rasgos supersticiosos. Frecuentemente la búsqueda de la verdadera espiritualidad si resulta frustrada deriva por el camino de la hechicería o la superstición y éste último es el caso de Dalí. Alardeaba de haber encontrado en unos de sus primeros paseos con Gala por las playas de Port Lligat el resto de un naufragio del que desprendió un par de astillas que siempre la pareja llevaba consigo: "No lo abandono nunca, protege de todos los males" decía Dalí a Amanda tendiéndole la miserable madera: "Tenga, béselo". Amanda no pudo sino experimentar una cierta repugnancia ante aquella hastilla pútrida que Dalí conservaba siempre envuelta en seda. Fue precisamente tras morir Gala cuando Dalí recibió por última vez a Amanda, en plena oscuridad, para evitar que viera su deterioro físico y solo con la promesa de que no haría ninguna declaración a la prensa. Amanda le dijo simplemente "os he amando tanto...", "yo también" respondió Dalí y le entregó un objeto envuelto en seda: era la madera que Gala había llevado consigo durante 50 años, el talismán de la suerte.
Así mismo se sabe que Dalí tenía una prevención total hacia el color verde: "!Ah el verde! !nunca el verde!" solía decir.

La gran amiga de Gala, la pintora argentina Leonor Fini, era, igualmente, amiga de la magia y creyente sin reservas del Tarot y la Astrología. Solía discutir con Dalí sobre estos temas. La Fini le recordó en cierta ocasión que él también era un "creyente": "La magia, si... es necesario leer a Lulio, las recetas de magia cotidiana, de Giambattista della Porta, el hermetismo e incluso Freud...[la magia] es la religión más primitiva y antigua que existe. El hombre tiene siempre necesidad de magia. La superstición es la aplicación de la magia a la vida cotidiana".

CON PASOLINI Y FELLINI. DOS FATALIDADES SEXUALES..

Hemos comentado muy de pasada las relaciones entre Dalí y Andy Warhol y los múltiples aspectos comunes de sus carácteres y las tendencias que compartían. Máximo representante del pop-art, Warhol era un artista particular. Consideraba su arte como una industria, no en vano llamo a su taller "the factory", y sus producciones a pesar de ser muy apreciadas por la jet-set evidenciaban una vulgaridad buscada, querida y deseada por el autor. Recuérdese su repetición obsesiva de la lata de sopas Campbell por no hablar de sus serigrafías repetidas hasta el infinito, con leves variaciones de color, de Marilyn Monroe, Elvis Presley, o sus copias de comics de pésima calidad gráfica como Dick Tracy. Con Warhol la vulgaridad y habitualmente lo zafio penetran en las casas de los magnates de la industria y adornan sus paredes.
Al margen de su valoración estética que el tiempo se encargará de situar en su justa dimensión, el entorno de Andy Warhol estaba constituido por hijos ociosos de familias notables a quienes nunca les había faltado dinero para el consumo de alucinógenos, sexualidad ambigua, snobismo, gusto por la provocación, amoralidad y publics-relations con unos críticos, que en buena medida pertenecían a éste mismo ambiente. Aun a riesgo de parecer conservadores en nuestras opiniones -que no lo somos- hemos tenido la sensación de que en el entorno de Warhol existía algo enfermizo, decadente y degradado. Es la misma sensación que hemos tenido ante algunos aspectos de Dalí y es precisamente esta tendencia la que hizo que ambos personajes sintonizaran a la perfección. Pero no fueron solamente Dalí y Warhol quienes tuvieron puntos decadentes en común. Hace falta seguir la pista de otros notables personajes del mundo de las artes que también se aproximaron en algún momento de su vida a Dalí. Vamos a citar dos en concreto: Pier Paolo Passolini y Federico Felllini.

Una parte muy notable de la producción de Passolini está invadida por la estética de lo desagradable; en los años 70 esta vocación era muy apreciada por los críticos como una forma de provocación. Ubicado en la izquierda ultraprogresista, este ambiente afirmaba que Passolini no hacía otra cosa que provocar a la burguesía conservadora, echándole en cara sus vicios más degradados desde una saludable alegría de vivir. Pero todo esto era un espejismo momentáneo y hoy varios filmes de Passolini al ser nuevamente visualizados adquieren un carácter desagradable, decadente y pervertido.

Passolini tras acabar su infame "Saló o los 120 días de Sodoma" recurrió a Dalí para que éste le realizara el cartel anunciador de la película. Si no lograron ponerse de acuerdo fue, una vez más, por las exigencias astrónomicas del pintor en materia económica; pero no albergamos ninguna duda que la estética de la película satisfizo profundamente al pintor. Passolini, además, compartía con Dalí la afición por las deformidades y no dudó en colocar en algunas de sus películas jorobados, enanos, etc.

Federico Fellini, otro amigo de Dalí, tenía unas tendencias relativamente similares, pero limitadas a la hipermastia. En efecto, los senos femeninos desmesurados le atraían irresistiblemente, hasta el punto de que cuando Amanda Lear le sondeó para ser contratada en una de sus películas, Fellini la disuadió con unas palabras cariñosas pero significativas: "Eres bella, muy bZXC ella. Comprende... busco mujeres de 150 kg., enanos y monstruos, no rubias hermosas".

Ese mismo gusto por lo "freak" llevaba a Dalí, cada vez que visitaba Barcelona, a ver espectáculos de "revista" en el Paralelo. Le atraían sobremanera las "Chicas de Colsada", espectaculares, exuberantes todas, alzadas en unos tacones increibles que acentuaban su, ya de por sí notable altura; ante ellas se encuentran hombres débiles y frecuentemente ridículos, pequeños, esqueléticos, de los que el bueno de Luis Cuenca es el paradigma. No era precisamente un par de horas de diversión lo que Dalí encontraba allí, sino la dramatización en forma de revista musical de su concepción de la sexualidad, la vida y el mundo: un mundo dominado por lo femenino y subordinado a ello. Dalí, siempre fue el primero en dudar de su propia virilidad.

Diríase que la tensión mística que evidencian los dos famosos cuadros de las "madonas de Port Lligat", o la "Ultima Cera" o "El Cristo de Cadaqués", no ha desembocado en una experiencia interior de liberación del espíritu. Es entonces cuando la mujer mística para él se convierte en la amazona, la mujer viril y guerrera, luchadora e irrespetuosa para con el principio viril al que solo desea humillar y derrotar, tema este resuelto, no solo en los espectáculos del Teatro Apolo, sino en las experiencias y pulsiones masoquistas del propio Dalí y en las constantes infidelidades de Gala ("Soy el rey de los cornudos" alardeó).

ALIEN EN PORT LLIGAT

Este retablo de artistas contemporáneos que conocieron y trataron a Dalí no estaría del todo completo sino aludiéramos a H.G. Giger, cuyo salto a la fama se produjo tras el rodaje de la película "Alien, el octavo pasajero", película que le reportó el oscar por "best achievement for visual effects" en la edición de 1980. Cuando eso ocurre Giger tenía tras de sí una larga, siniestra y extraña historia como artista.

Nacido en Suiza en 1940, confiesa en su autobiografía que ya desde pequeño huía de la luz del sol y le interesaban solo los lugares oscuros y lobregos, "tan pronto como pude hacerlo solo, empecé a vestir de negro" añade y luego recuerda que el lugar en el que mejor pasaba sus momentos de infancia era "bajo una mesa, el más oscuro de toda la casa".

Sus impresiones de infancia le marcaron profundamente en especial el Cristo sangrante y agónico ante el cual los niños de su colegio debían rezar. Pero, al igual que el protagonista de "La Naranja Mecánica" de Kuprick, no siente dolor por el sufrimiento de Cristo, sino una especie de satisfacción sádica. Este sadismo infantil lo reaviva en la escuela. Solían desplazarse a una colina donde años antes ahorcaban a los reos y allí jugaban a los caballos, escribe al respecto: "Tía Grittli repartía a cada pareja de niños arreos de caballo y un látigo. Por supuesto, el caballo siempre eran las niñas. Muy pocas veces era al revés y yo disfrutaba con anticipación de los maltratos y los latigazos" añade: "Era una pena que no estuviese muy bien visto pegarle a las niñas"...

Su padre era farmacéutico en un tiempo en el cual aun se utilizaban sanguijuelas para realizar sangrías. El joven Giger observaba con deleite estos animales que luego debía repartir a unos y otros clientes; cuenta como las trataba primorosamente sabiendo que su destino es chupar sangre. La siguiente muestra de neurosis sexual en Giger es su afición hacia los revólveres. De pequeño fabricaba balas de plomo con los moldes que su padre utilizada para hacer supositorios. Llamaba a esto "mi trabajo de alquimia". Desde esas lejanas fechas siempre le gustó posar disparando. Inútil recordar que el revolver ha aparecido en ciertos enfermos mentales como evidencia de un complejo de castración. Explica al respecto: "Acerca de las pistolas y los revólveres o se piensa muy negativamente por ser portadores de la muerte, o lo fascinan a uno, como me sucedió a mí cuando tenía ocho años".

En 1957 aparecen sus primeros dibujos que bien podría haber firmado Dalí y que coloca en su "cuarto oscuro", una habitación íntima que decora a su antojo con escenas absolutamente espectrales y siniestras. Más adelante descubrirá las posibilidades de la fotografía para fijar la realidad; en ese período sus preferencias se van orientando hacia lo sórdido, deforme, fálico y visionario. Llegará a encargar un carpintero que le arme una guillotina de tamaño natural. Y anota en sus recuerdos: "... de pronto me pareció aburrido decapitar los maniquíes que tenía en mi cuarto oscuro. Ya que eran de plástico, después de arrancarles la cabeza, hubiese podido volver a colocársela". Sus lecturas favoritas eran "El fantasma de la ópera" y "El gabinete de las figuras del Museo de Cera".

A partir de 1966 se interesará por Lovecraft e incluso ilustrará una edición de "El Necronomicrón", libro imaginario que el novelista americano incluye en muchos de sus relatos, atribuido por él, al "árabe loco Abdul Al-Hazred". Se interesa por Lovecraft y busca datos sobre él y sobre el origen de sus "mitos de Cthulhu": "... llegué a un escritor de Nueva Inglaterra (EEUU) que poseía una buena biblioteca de esoterismo, heredada de su padre, que había sido miembro de una logia egipcia". Evidentemente alude a una logia dependiente del Rito de Menphis-Misraïm.

La muerte le provoca estímulos agradables: cuando vé a un espantapájaros realiza una asociación paranoico-crítica al más puro estilo daliniano y cree haber visto a un hombre empalado. Pero la mayor de las impresiones se la provoca una foto real, la que le muestra un amigo sobre la tortura a la que fue sometido el asesino del emperador de China en 1904: "Habían empalado a la víctima en un madero y la chusma que lo rodeaba le ccortaba lentamente miembro por miembro. No podré olvidar nunca su cara deformada por el dolor". El mito de Drácula le seduce en demasía, pero no una versión cualquiera del film sino solamente "exceptuando "Nosferatu", la versión de Andy Warhol, "Drácula"". A este respecto quizás sea el momento de recordar que Amanda Lear fue lanzada publicitariamente como "cantante transexual nacida en transilvania".

ALEJANDRO JODOROWSKY: DIBUJANTE Y KHABALISTA

En 1975, Giger viajará a Port Lligat junto con su novia, justo en un momento en el que Amanda Lear se encontraba allí. Había entablado relación con el pintor a través de Bob Ventosa, un norteamericano, que cultivaba el estilo realista-fantástico, asentado en Cadaqués y que frecuentaba a los Dalí. Dalí, por esas fechas, ya conocía la obra de Giger que le llamaba poderosamente la atención convencido de que se trataba de un alma gemela. Por entonces Alejandro Jodorowsky trabajaba en el proyecto de una película, "Dune", basada en la novela del mismo título y pretendía que Dalí y Amanda Lear participaran en el reparto con los papeles de el emperador y su hija. Una serie de circunstancias aparcaron el proyecto temporalmente y finalmente decidieron prescindir de Dalí.

Jodorowsky, a todo esto, atravesaba una época dominada por un seudo-misticismo cabalístico -en la que todavía sigue- que le llevó a redactar los guiones excepcionalmente retorcidos y opacos que luego Moebius llevó a comic con el nombre de "El incal luz", "El incal negro", "Lo que está arriba..." (alusión a la primera frase de la Table Esmeraldina: "lo que está arriba es como lo que está abajo"), etc. en donde las influencias del Tarot y de la cábala hebrea son evidentes. El protagonista de estos relatos es, por lo demás, un tal "Jhon Deefool", síntesis del nombre del célebre alquimista inglés Jhon Dee y de la primera carta del tarot, The Fool...

Giger en Port Lligat fue presentado por Dalí a Gala como un "especialista en monstruos y nightmares". Gala opinó que "yo solo llevaba una máscara, puesto que mi mundo pictórico encajaba perfectamente conmigo mismo y con mi personalidad interna. Acto seguido empezó a contarme su vida. Renegaba de la maldad del mundo. De verdad Gala fue una de las mujeres más impresionantes que he conocido en mi vida". El proyecto de "Dune" no progresó, Jodorowsky contrató al dibujante Voss (originario del grupo "Metal Hurlan", como Moebius) y Giger se vió excluido de la película de David Lynch que finalmente se rodó y estrenó con moderado éxito.

GIGER Y EL CULTO SATANICO

Giger volvió a Suiza dejando a su novia en Port Lligat. Dalí la propulsó hacia el mundo de las modelos y la incluyó en su corte de incondicionales. Luego intentó casarla con un hippi: "quería celebrar en persona la boda y luego vigilar los consiguientes rituales". Sabemos ya a lo que se refiere. Así que, constrito y arrepentido Giger retornó a los valles suizos no sin antes detenerse en París donde se inauguraba una exposición sobre el diablo cuyo cartel había diseñado...

El demonio le atraía profundamente. Tiempo atrás un amigo suyo le había regalado una cabeza del diablo que incluyó entre su colección de objetos ocultistas como su ejemplar más apreciado. Tenía la particularidad esta cabeza de haber sido recubierta de piel humana; "provenía de algún legado español" recuerda. Dotada de tres cuernos curvos, resultaba evidente que se había utilizado en rituales satánicos y misas negras. Bijan, la persona que le regaló tan siniestro objeto, volvió al cabo de unas semanas a su casa: le dolía la cabeza continuamente y atribuía este estado de salud a la cabeza a la que atribuía fuerzas negativas. Siguiendo su consejo, Giger la arrinconó en el sótano dentro de una caja en donde estuvo unos años hasta que consideró que le daba buena suerte, colocándola en un pedestal.

En el curso de una fiesta un escultor se empeñó en que Giger le regalara la estatua mientras se preparaba para hacer un molde de yeso de la cabeza de una amiga: justo en ese momento una de las muchas velas rojas encendidas en toda la estancia, prendió el vestido de la chica que en instantes se vió envuelta en llamas y con graves quemaduras de tercer grado. No fue el único sobresalto que la cabeza maldita le originó: sin embargo todavía hoy sigue en el sótano de su casa.

¿ARTISTAS O APRENDICES DE BRUJO?

Todos estos casos nos muestran un aspecto inquietante del arte moderno: su relación con un mundo sórdido en el que el satanismo, la magia en el peor de la palabra, la superstición y la sexualidad anómala, adquieren carta de naturaleza. En todos ellos existen aproximaciones directas o indirectas al mundo de la droga, al ocultismo y al oscuro mundo de la cábala.
Están en contacto entre ellos, antes o después unos conocen a los otros, se fotografían juntos e intercambian proyectos: formaron una especie de internacional artística y ciertamente el programa que les une es, como hemos visto, común. Giger llega a alardear de su vocación satánica; las neurosis sexuales resultan en casi todos ellos evidentes y no son el fruto de una sexualidad creativa e imaginativa, con un aspecto morboso como complemento, sino que es ese preciso morbo el que termina por apoderarse todo su líbido llegando hasta lo aberrante y difícilmente justificable incluso por quienes, como nosotros, hemos admirado la buena pintura de Dalí y el buen cine de Passolini.

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