La idea de la reencarnación es relativamente nueva; ninguna doctrina tradicional, ni en su esoterismo, ni en su exoterismo admitió que el alma pasara de un cuerpo a otro, a través de una cadena de existencias sin fin. (1) ?De donde nos llegaron pues las tesis reencarnacionistas?
René Guenon en su estudio sobre el teosofismo investigó el origen del mito reencarnacionista. Sus pesquisas le llevaron a establecer que la idea tomó cuerpo entre 1830 y 1848 en los ambientes socialistas franceses. Antes, en la segunda mitad del siglo XVIII, solo Teófilo Lessing, había formulado ideas reencarnacionistas, pero no puede afirmarse que los socialistas utópicos las tomaran de él.
A través de la reencarnación, Fourier y Leroux -dos exponentes del socialismo utópico del siglo XIX- querían explicar el origen de las desigualdades sociales como premios o castigos en existencias vividas anteriormente.
En sectores del anarquismo, en buena parte de la escuela socialista utópica, y del socialismo fabiano, incluso en el entorno de Carlos Marx (campeón del socialismo "científico"), pueden individualizarse interrelaciones con sectas ocultistas y sociedades secretas. Vale la pena ver como los paradigmas de racionalidad extrema, se interfieren con los de la irracionalidad mas absoluta.
SAINT-SIMON, FOURIER, LEROUX, OCULTISMO Y SOCIALISMO UTOPICO
El llamado "socialismo utópico" nació al acallarse el sonido de las guillotinas de la revolución francesa. Fue un producto del impacto del industrialismo, las ideas progresistas del Enciclopedismo y las enseñanzas impartidas en ciertas sectas (masónicas, martinistas e iluministas). Estos primitivos socialistas quieren llevar a la práctica las ideas de la revolución francesa, y para ello, unos, no dudaron en fraguar siniestras conspiraciones, mientras que otros pusieron en práctica sus fantasías y varios de ellos llegaron incluso al asesinato político. Y todo ello, teniendo como epicentro el país de la razón...
Del Conde de Saint-Simon se dijo simplemente que estaba loco. En un reciente artículo, el psicólogo Georges Dumas argumentó que su particular estado mental se debía a "accidentes nerviosos imputables a la psicología un poco especial de los fundadores de religiones". Saint-Simon, más que creador de una ideología política, es el fundador de una secta mística, socialista, como hoy no podemos concebirla, pero religiosa, al fin y al cabo.
Decía ser descendiente de Carlomagno y fue el rey de los francos quien se le apareció en un sueño -mientras esperaba ser guillotinado en el período del "terror jacobino"- llamándole por el camino de la política y la filosofía. Indultado, se aprestó a la tarea.
Pocos personajes del siglo XIX han sido tan anticatólicos como Saint-Simon; se negó a recibir la primera comunión y mordió al cura que intentaba dársela. Mas tarde manifestó su interés en quemar Notre Dame de París utilizando billetes sin valor emitidos por la Convención. Odiaba en especial la figura del sacerdote católico y proponía colocar en la cúspide de la pirámide social al científico. Estos debían ejercer el poder espiritual. En cuanto al resto de la población -salvo literatos y artistas que ocuparían el papel de la nobleza y el clero del antiguo régimen- su destino era el trabajo. Todo lo anterior que tendía a destruir el sistema feudal y de castas no era óbice para que Saint Simon fuera un ferviente admirador de la Edad Media; recomendaba -y esto, como en muchas cosas, es un adelantado a su tiempo- la unidad europea justificándola en el ecumenismo medieval.
En Saint-Simon se encuentran todos los rasgos que se repetirán en el resto de los socialists utópicos; sus teorías serán completadas por Fourier, quien, además, intentará llevarlas a la práctica. Fourier había vivido en Lyon, capital, en ese tiempo, del ocultismo europeo; colaboró con los iluministas en la edición del "Bulletin de Lyon", a través de sus discípulos conoció a franc-masones -varios testimonios afirman que perteneció al Gran Oriente de Francia- y a la Orden Martinista, contactó también con los primeros teósofos (varios de sus partidarios lo eran). Es cierto que se negó a recibir a Fabre d'Olivet, el gran esoterista francés del siglo pasado, pero no es tan extraño si tenemos en cuenta que éste pertenecía a otra "sensibilidad" y con frecuencia denunciaba la excesiva credulidad del ocultismo. Algunos de sus discípulos (como Hipólito Carnot) pertenecieron a la Orden del Temple reconstruida en el período napoleónico por Fabré Palaprat.
Creía en la existencia extraterrestres e incluso describía sus peculiariades: "[los habitantes del sol y de la Vía Láctea] son anfibios, porque tienen abierto el tabique del corazón y tienen un quinto miembro común a los dos sexos", escribió. Ahora bien, tras esta frase, lo que podemos ver son ecos deformados de enseñanzas rosacrucianas mal comprendidas y peor asimiladas: mito del andrógino, "inteligencia del corazón" (intuición espiritual), la vida terrestre como sometida a las "aguas turbulentas" del espíritu, tal como decían los hermetistas, etc. Es más que probable, a tenor de todo esto, que Fourier recibiera algún tipo de enseñanza esotérica incompleta y confundiera realidad con símbolo, alegoría con materialidad. Volvemos a encontrar confirmaciones de esta hipótesis en la tesis de Fourier según la cual el movimiento social es el reflejo especular del movimiento celeste y lo que ocurre en la Tierra la réplica del movimiento de las estrellas.
¿Acaso no es esta una formulación deformada de la ley enunciada por la Table Esmeralda "lo que está arriba es como lo que está abajo"? "Todo se refleja en todo", responde Fourier.
Esta ley de semejanza le lleva al terreno de la práctica: si en el cosmos reina la Armonía, hay que llevar al armonía a la Tierra y a las relaciones sociales. La Armonía en el Cosmos es número -Fourier estaba obsesionado por la aritmosofía y era capaz de realizar mentalmente cálculos matemáticos complicados- por ello cuando enunció lo que para él era la estructura social ideal -la falange y el falansterio- se atuviera a correspondencias numerológicas: habrá, por ejemplo, una diferencia de hombre y mujeres de 1/21 (también estaba interesado por los 21 arcanos mayores del Tarot y él mismo diseñó una baraja), en cada "falange" habrá 8 reyes y reinas; por lo demás, el jefe será el "omniarca del globo"...
Este socialismo utópico no era, ni remotamente, ateo; creía en el Dios de la Armonía, más próximo al Gran Relojero de los enciclopedistas y al Arquitecto del Universo de los franmasones que al Dios cristiano. Saint-Simon haciéndose eco de viejas enseñanzas lo definía como andrógino. Para Fourier este dios era el punto de partía de su cosmogonía: el sistema solar es una porción de infinito, en realidad el universo es casi infinito, está compuesto por veintitrés illones de sistemas solares parecidos al nuestro ("1 seguido de 96 ceros"). Los planetas son mediadores entre el hombre y la divinidad; tienen vida propia (instintos, pasiones, etc.) e incluso un aroma propio, que impregna a todos los seres...
No duda de la existencia de una vida de ultratumba y establece leyes que regulan las sucesivas reencarnaciones de los seres: nuestra alma migrará 810 veces de uno a otro mundo, 756 de estas existencias serán felices y 45 desgraciadas, dos tercios de ese tiempo (54.000 años) se pasarán en el otro mundo, un tercio en este (27.000 años), véase que la suma de las cifras que componen cada número es 9 en todos los casos: el número de la Armonía para Fourier.
Nunca se puso en práctica comunidad alguna parecida al falansterio. Sus discípulos se han extinguido y solo atrae la atención de los estudiosos. También se han perdido las claves simbólicas y ocultistas para comprender sus enseñanzas. Hoy, Fourier, ocupa un papel exótico en la historia del socialismo, a pesar de ser el precursor de nociones como la del salario mínimo, la organización industrial, el taylorismo, etc.
En general, todos estos pensadores -hay que añadir a Owen y a Pierre Leroux- son anticapitalistas, pero esta posición se basa en una análisis místico y casi religioso. Es Carlos Marx quien transforma esta posición en materialista y científica. Todo en el socialismo utópico es una inversión: los sacerdotes convertidos en científicos, el Gran Emperador, conquistador de territorios, como inversión del Rey del Mundo metafísico, el trabajo industrial como inversión del trabajo corporativo artesanal, y así sucesivamente.
Así pues, cuando Leroux, experimenta con tierra del Támesis, orina y sus propios excrementos, dice una frase que cobra su verdadero sentido como inversión de los arquetipos tradicionales: "?No encontrais, señores que soy un alquimista singular? Los alquimistas corrientes buscan oro, y yo he encontrado tierra". Así mismo, mientras los rosacruces proponían el dominio de las pasiones en el ser humano, Fourier proponía en cambio estudiarlas -casi de manera "voyerista"- prescribiendo que cada falansterio debía tener un cierto número de pervertidos y desviados sexuales, para su observación...
Todas estas tendencias se agudizarán y extremizarán con Graco Babeuf (fundador de la Sociedad de los Iguales y agitador en varias conspiraciones orquestadas por las sociedades secretas del primer tercio de siglo en Francia), y, sobre todo, con Esteban Cabet, uno de los doce miembros de la dirección suprema de los Carbonarios y fundador de varias comunas -que fracasaron regularmente- en línea con lo que llamó "comunismo icario". Narciso Monturiol, inventor del primer submarino español, perteneció a la escuela de Cabet. No fue el único.
Por su parte Constantin Pecqueur constituyó la Sociedad Filadelfa, de carácter comunista, no marxista, que por primera vez estableció la consigna: "Filadelfos de todos los países, uniros", y así mismo enunció la teoría de la acumulación del capital que luego Carlos Marx incorporaría al Primer Tomo de El Capital. Pecqueur era, así mismo, miembro del Gran Oriente de Francia...
LOS CARBONARIOS Y SUS CONSPIRACIONES
Las sectas carbonarias que se extendieron principalmente por Italia y Francia en la primera mitad del siglo XIX, no son solo sociedades secretas de contenido ocultista, sino movimientos subversivos que intentaron derrocar a los poderes políticos y sustituirlos por utopías políticas socialistas.
El primer cuarto del siglo XIX registró la floración de sociedades secretas conspirativas de uno y otro signo. Las primeras fueron monárquicas y legitimistas (la Sociedad de los Francos Regenerados, la Sociedad de los Caballeros del Trópico, etc.), cuando se produjo la restauración de la monarquía en Francia, fueron sustituidas por asociaciones republicanas y socialistas.
Su origen es, en cierto sentido similar a la masonería y muchos de sus miembros compartieron militancia en las logias masónicas. Los carbonarios tienen su origen inmediato en la Hermandad de los Buenos Primos, constituidas por artesanos del Jura. Algunos exiliados políticos se refugiaron en estos bosques y allí conocieron a leñadores que elaboraban carbón de madera. Adoptaron sus símbolos y lenguaje corporativo, como la masonería había hecho con las hermandades de constructores.
Inicialmente su proyecto político se limitaba a unificar Italia en 21 provincias federadas bajo el nombre de Ausonia. Su bandera sería triangular. Mazzini dió forma política al proyecto constituyendo la "Giovane Italia", al que seguiría una dimensión continental con la "Joven Europa". Por entonces el carbonarismo estaba extendido a Italia, Francia, Suiza, Polonia, España e Inglaterra...
Sus juramentos se realizaban con el puño cerrado y alzado, expresión de la unión fraternal de los iniciados. Los templos eran los bosques y su decoración, troncos de leña, hachas, corona de espinas, fuego y agua. Estaban organizados en "Ventas" (equivalentes a las logias masónicas) compuestos por diez miembros. El fundador de la "venta" era su "diputado". Cada "venta" era un compartimento estanto relacionado solo con el nivel superior por medio de su diputado.
El aspirante a entrar en una "venta" debía responder con gestos a un curioso interrogatorio sobre temas forestales y si era aceptado se sentaba sobre un tronco cortado, sosteniendo un hacha con su mano izquierda. Con un puñal apoyado contra su pecho debía jurar guardar secreto sobre la "X" (la hermandad carbonaria, cuyo nombre no se pronunciaba jamás). Varios renegados de la secta pagaron con su vida el quebrantamiento de su promesa; el carbonarismo no bromeada en eso. Otros signos de reconocimiento eran cinco golpes dados con el dedo sobre el brazo de otro miembro (uno aislado, dos rápidos y tres lentos, simbolizando la fe, esperanza y caridad). Con sus manos esquematizaban una escalera para reconocerse. Utilizaban claves para leer sus documentos. Sus patronos eran San Teobaldo y Francisco I, rey de Francia, protector de la masonería forestal.
El carbonarismo italiano fue fundado por Maghela, en 1814, ministro napolitano de policía con Murat, con el ambicioso proyecto de unificar Italia. Al fundarse en Berna "Joven Europa", convergieron grupos de todo el continente. En Polonia, por ejemplo, el movimiento de Mazzini heredó el grupo de "Templarios Polacos" que cambio su nombre por el de "Joven Polonia", conservando su objetivo de liberar la nación. "Joven Alemania", protagonizó el movimiento insurreccional de 1848. En Francia, el carbonarismo se extendió como una mancha de aceite en unidades militares. En 1822 intentó la primera sublevación contra la monarquía; el complot fracasó, pero mes y medio más tarde estuvo en condiciones de repetir la intentona. La indecisión de un oficial desbarató el plan y varios conspiradores fueron ejecutados.
A pesar de estos fracasos los carbonarios franceses celebraron en 1923 su congreso clandestino en Lyon -capital del ocultismo francés en la época- que resolvió enviar combatientes a la guerra que libraban en España, en esos momentos, liberales y absolutistas, apoyados estos últimos por tropas francesas. La acción carbonaria -tal como recuerda un informe del cónsul de Corfú al barón Pasquier- se vió obstaculizada por una sociedad secreta española -los Comuneros- que rechazaba la intervención extranjera. El 6 de abril de 1823 una columna francesa que entraba en España fue atacada al cruzar el Bidasoa, cerca de Behovia, por carbonarios franceses; éstos, cantando la Marsellesa y enarbolando la bandera tricolor -ambas prohibidas en Francia en ese momento- sufrieron 14 bajas.
La revolución de 1830 fue impulsada por las "Ventas" carbonarias: Barthe, miembro de la dirección suprema del carbonarismo instigó a un grupo de patronos que despidieran a sus obreros y aprovechar el descontento creado para lanzar a las masas a la calle. El triunfo llevará a Felipe Igualdad al poder que, en agradecimiento, nombrará a tres ministros carbonarios, entre ellos Barthe, maquiavélico instigador de los sucesos.
En estas intentonas se curte la personalidad de Blanqui, dotado de rasgos luciferinos, aventurero capaz de llevar al matadero a sus amigos más próximos, pequeño, enclenque, jamás reía, orgulloso, inmpulsor de varias organizaciones conspirativas y, sobre todo, instigador de revueltas y motines. Existen dudas sobre la pertenencia de Blanqui al carbonarismo, pero es indudable que se rodeó de antiguos miembros de la secta para crear su propia sociedad secreta, "Las Familias".
La orientación de la sociedad era revolucionaria y socialista. Las fórmulas de juramento e iniciación suponían un sincretismo entre la masonería y el carbonarismo. "Juro amar y servir a mis hermanos y sacrificar mi libertad y mi vida", decía la fórmula de aceptación que el neófito pronunciaba con los ojos vendados.
Cada "Familia" estaba compuesta por doce miembros y cada una era un compartimento estanco. En 1836 los conspiradores fueron descubiertos y las "Familias" desarticuladas. Menos de un año despues se habían reconstruido con el nombre de "Las Estaciones", dirigidos también por Blanqui. Los rituales eran prácticamente idénticos y solo cambiaba la terminología; la unidad de base era la "semana" (seis miembros dirigidos por un séptimo); cuatro semanas formaban un "mes", tres meses tenían a un "Estación" por jefe, cuatro "estaciones" a un agente revolucionario.
"Las estaciones" reclutaron sobre todo entre la clase obrera. Había entre ellos varios fourieristas. En mayo de 1939 estalló la conspiración; el millar de hombres que se alzaron en armas, ignoraban el nombre de sus jefes. Barbes y Blanqui, fracasaron y fueron condenados a muerte, e indultados. Pasaron años de cárcel pero no renunciaron a sus furores conspirativos.
En el plano teórico Blanqui anticipó lo que Marx enunciaría más sistemáticamente como "lucha de clases". Al producirse la sublevación de la Comuna de París reclamó la bandera roja como símbolo del alzamiento.
Nuevo encarcelamiento y, a su puesta en libertad, en 1859, nueva asociación secreta; esta vez "Los Cocodrilos". Una conspiración más con intento de asalto al fuerte de Vincennes se saldará con otro fracaso. Fue su canto del cisne.
Era un teórico más que un hombre de acción; invariablemente, una vez iniciaba una conspiración, antes o despues se le escapaba de las manos y se veía arrastrado por ella. Fue el inventor del término "libre-pensador"; ateo, por supuesto, creía, sin embargo, en la vida eterna, el más allá y la reencarnación: "Cada uno de nosotros ha vivido, vive y vivirá sin fin". También creía en las correspondencias entre macrocosmos y microcosmos: "Todo lo que se hubiera podido dar aquí abajo, se da en cualquier otra parte".
Murió en 1881. Había pasado 30 años de reclusión en distintos períodos. Con él murió también una parte del socialismo místico; le sustituiría el socialismo científico de Carlos Marx y el socialismo libertario de Bakunin, Kropotkin y demás, altamente tributarios ambos de las utopías románticas.
CONCLUSION: SOCIALISMO UTOPICO = SOCIALISMO SECTARIO
Romántico, conspirativo, místico, ligado a sectas secretas, organizaciones ocultistas, obediencias masónicas y ambientes exóticos, el socialismo utópico tiene una página propia en la historia de las ideas políticas. Hoy, cuando el marxismo ha sido prácticamente enterrado como ideología, los ecos del socialismo utópico se perciben en movimientos ecologistas, alternativos, y comunitarios. En cuanto al carbonarismo, sus exponentes son hombres tenaces de una raza de conspíradores impenitentes hoy que parecen haber desaparecido de la faz de la tierra.
Lo realmente asombroso es la colusión que se produce entre pensamiento místico-ocultista y voluntad de influir en los destinos de los pueblos. Hay que reconocer a los socialistas utópicos que intentaran, casi por última vez en la historia de las ideas políticas, aplicar -por emplear una terminología platónica- al mundo de lo contingente, principios emanados del mundo de las ideas.
NOTAS
(1) El pitagorismo defendió la metempsicosis -más como símbolo que como realidad tangible- que es algo muy diferente del reencarnacionismo. En cuanto al budismo, cuando alude poéticamente a algo semejante a la reencarnación se refiere a "cambios de estado". Ninguna doctrina tradicional -ni siquiera en su esoterismo- sostiene la posibilidad de la reencarnación y
buscaríamos en vano, en los textos clásicos, ideas semejantes: con la muerte desaparece el principio del Yo y se produce la disociación de las partes que constituyen la personalidad. Lo que se "reencarna" por así decir, es un principio suprapersonal.
Hoy, por el contrario, en los círculos ocultistas, en múltiples asociaciones, incluso en ramas próximas al budismo, por no hablar de espiritistas, se comparte la creencia del regreso, una y otra vez, del alma a sucesivos cuerpos.
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