Lo universal de la metafísica del sufrimiento
Recientes estudios han mostrado cierta preferencia hacia el "sexo duro", no mayoritaria pero si, en cualquier caso, en un porcentaje significativo. Por lo demás, un somero examen de los anuncios de locales de relax, así como el material a la venta en los sex-shop, confirman esta tendencia, más acusada todavía en otras latitudes.
¿Qué tiene el dolor que existe una tendencia universal a relacionarlo con el sexo?
¿por qué las prácticas sado-masoquistas, tan denostadas y marginales no terminan nunca de desaparecer?
Las relaciones sexuales a través de la historia ¿son una escuela de violencia? Y estos interrogantes nos llevarán a descubrir un insólito mundo en el que el sufrimiento camina parejo al éxtasis...
LA SABIDURIA SEXUAL ORIENTAL Y LA VIOLENCIA
Sorprende que las dos joyas del erotismo oriental, el "Kama Sutra" y el "Ananga Ranga" den precisas indicaciones sobre prácticas sexuales violentas, como un aditamento más al repertorio de sutiles refinamientos sexuales. Y lo hacen, casi banalmente, introduciendo de forma natural la violencia y el sufrimiento como un recurso erótico más.
Uno de los capítulos del "Kama Sutra" se titula precisamente "Diversos modos de pegar", estableciendo en qué momentos del intercambio sexual es aconsejable golpear a la mujer y sobre qué lugares de su anatomía hay que descargar la furia. Espalda, vientre, costados y nalgas parecen ser las zonas indicados. En cuanto a la intensidad de los golpes, deberá estar en relación directa al grado de excitación de los parteners.
También se precisa la actitud con que la mujer debe aceptar este tratamiento: sumisa y agradecida, debe gemir, no ahogará sus gritos, sino todo lo contrario, los exajerará, protestará, pedirá que cese el castigo y implorará al hombre que se detenga, evidentemente no con la intención de que lo haga, sino, antes bien, de excitarlo más.
UN POCO DE HISTORIA: LOS CASTIGOS SEXUALES EN ROMA
En el período álgido de la romanidad, cuando no se había iniciado la pendiente de la decadencia, una vieja tradición -quizás procedente de los etruscos derrotados e incorporados a Roma- establecía que en las fiestas denominadas "lupercalias" los jóvenes corrieran desnudos por las calles de Roma provistos de látigos hechos con tiras de piel de cabra trenzadas, azotando a todas las mujeres que se encontraban por el camino.
Contra lo que podía preveerse, las mujeres romanas no solo aceptaban gustosas esta práctica sino que además se ofrecían a ella tendiendo sus manos hacia los jóvenes para que las golpearan. Frecuentemente se llegaba a la promiscuidad sexual y a prácticas orgiásticas y desenfrenadas.
Dicha práctica estaba reputada de garantizar la fertilidad femenina y aunque se realizaban en honor del dios Fauno-Pan (telúrico y ginecocrático) su nombre procedía de "lupus", lobo/a, en honor de la loba que amamantó a Rómulo y Remo, fundaron de la Ciudad Eterna. Las "lobas" romanas eran también las prostitutas, que ocupaban así un lugar, en absoluto marginal y execrable, en las costumbres sexuales de la raza romana.
Marco Antonio, pertenecía a la cofradía de los "lupercos" y no fue el único de los grandes hombres de la romanidad en participar de estos ritos hoy incomprensibles y extraños.
En otro campo, el "Ars Amandi" de Ovidio, prescribe tres tipos de besos: el "osculum", dado a los amigos en las mejillas, el "basium", sobre los labios, para indicar afecto; finalmente, el "suavium", dado entre amantes, consistía en morder en los labios. Y al hablar de labios, Ovidio alude tanto a los del rostro como a los vaginales...
LA EDAD MEDIA: DULZURA Y VIOLENCIA
En los distintos relatos del ciclo del Grial están presentes escenas que sorprenden por su doble aspecto de erotismo y violencia. Estos relatos muestran la falsedad de una Edad Media timorata y recatada en la que la sexualidad era considerado como algo perverso y diabólico. Son muchos los casos -Gawain, entre ellos, pero también Sir Balin, el mismo Lanzarote, etc.- en los que el caballero llega a una fortaleza y tras ser llevado al baño por la castellana, la violenta.
También en el terreno legendario las hijas del Cid sufrieron la "afrenta de Corpes", en la cual fueron atadas a un árbol y azotadas, episodio incluido en el "Cantar del Mío Cid", que muestra la extensión de ésta práctica sexual.
En el terreno de la aberración pura y simple, casos como el de Gilles de Rais, son igualmente significativos. De Rais, brazo derecho de Juana de Arco, regresó a su castillo tras el proceso y muerte de ésta. Allí se dejó arrastrar por una manía demoníaca, en el curso de la cual asesinó a no menos de 140 niños menores de 16 años. Las descripciones de estos horripilantes crímenes sexuales fue minuciosamente detallada en los registros de la Inquisición y así ha llegado hasta nosotros.
El Señor de Rais, ayudado por dos lacayos degollaba a los infortunados y complaciéndose con los espasmos del moribundo, frotaba el pene sobre sus cuerpos; finalmente, eyaculaba mezclando su semen con la sangre que manaba a borbotones. Luego cortaba la cabeza del niño y sodomizaba al cuerpo sin vida. Tan pronto reía a carcajadas como lloraba, mostraba exitación o terror, para finalmente caer rendido sobre el cadáver. Al menos en una ocasión, ordenó le trajeran la cabeza del niño asesinado el día anterior, copuló con ella y finalmente se durmió estrechándola entre sus brazos.
EL DIVINO MARQUES:FILOSOFIA DEL TOCADOR Y CULTO AL MAL
Todos estos ejemplos nos sirven para establecer una constante: hay una tendencia universal, en todos los tiempos y en todas las latitudes, a implicar actos de violencia en medio de relaciones sexuales. Y esto -salvo en el caso de aberraciones como la mencionada del Señor de Rais, que hemos traido aquí a colación, precisamente, a título de aberración- es admitido y consentido por el objeto del castigo: la amante.
Pero no es sino hasta llegar al Alphonse Donatien, Marques de Sade, que estas prácticas, dejan de ser un aditamento erótico para convertirse en una verdadera concepción del mundo. Con Sade el dolor y la violencia sexual pasan a ser filosofía de la vida.
Sade permaneció buena parte de su vida en la cárcel, no tanto por sus excesos eróticos, como por su actitud política. Tanto bajo la monarquía como durante el período revolucionario o incluso durante el ciclo napoleónico, De Sade fue un inadaptado político que escribió panfletos y adoptó actitudes contestatarias que las autoridades de su tiempo castigaron con la prisión y el manicomio.
Semanas antes del asalto a la Torre del Temple, la Bastilla, las masas parisinas se concentraban en un ángulo del edificio, por donde desembocaba una tubería de desagüe; el marqués de Sade, desde su celda, arengaba a las masas y les narraba inverosímiles torturas a las que eran sometidos los prisioneros, exhortando a tomar por asalto la fortaleza y liberarle.
Allí había escrito "Los 120 días de Sodoma" y "Justine". Ambos se perdieron en el asalto a la Bastilla que se produjo, finalmente, cuando el marqués ya había sido trasladado de fortaleza. No era ni revolucionario, ni bonapartista, ni monárquico absolutista. Su opción era la de una monarquía constitucional a la inglesa. No era el único noble en defender esta alternativa, pero sí uno de los que lo hizo con más behemencia. Esto le acarreó toda serie de desgracias. Finalmente murió encarcelado por Napoleón en el asilo para locos de Charenton.
La vida del "divino marqués" no estuvo a la altura de su obra literaria. No se comportó como un ser perverso; parece que solamente azotó a una prostituta y derramó sobre ella cera líquida, lo cual es casi una caricia, si nos atenemos a las morbosas descripciones que ofrece en sus libros. Incluso se portó cortés y generosamente con adversarios suyos, en el período del terror jacobino cuando toda la sociedad francesa se hizo proclive a los excesos más sanguinarios.
En Sade, la perversión, la violencia, el "sadismo", no es una práctica personalizada, pero sí una filosofía. Sade es un hombre decepcionado por el mundo; abomina de lo que le rodea y no concibe que en la época que le ha tocado vivir, pueda pensarse todavía que un Dios bueno haya creado el mundo. El razonamiento es simple: El mundo es "malo", Dios ha creado el mundo, luego Dios es malvado. A este razonamiento sigue una conclusión: la maldad es la forma más directa de acercarse a Dios; el bien, por el contrario, es su negación.
Así puede entenderse que los personajes de sus novelas, las pobres mujeres que siempre -como Justine, el paradigma de su filosofía- sean virtuosas y castas y siempre sus vidas sean desgraciadas y su virtud lacerada. El verdadero placer es aquel que consiste en hacer repetida y reiteradamente el Mal.
El, por su parte, se limita a pensarlo y describirlo en el formidable catálogo de horrores que es "Los 120 días de Sodoma". El culto que Dios puede entender mejor, es el culto al Mal, porque el Mal está en la esencia de lo divino.
Se ha dicho que con el marqués de Sade, el "mal" adquiere carta de ciudadanía...
EL TANTRISMO Y LA VIA DEL SEXO
Pero esta afirmación no es del todo cierta. Lo que ocurre es que Sade es el primer en redescubrir el valor del mal y la violencia para llegar al éxtasis. Durante el Renacimiento y en todo el ciclo humanista, se produce una involución en la sexualidad europea, pasando a ser de buen tono ignorar las prácticas eróticas refinadas. La descripción de prácticas sexuales -cualesquiera que fueran- pasa a ser algo reprochable. La burguesía hizo el amor con un camisón provisto de una abertura por la que emergerá el pene durante el coito, una frase que es a la vez un canto a la resignación forzada y la negación de todo erotismo: "Dios lo quiere", "Deus vult". Y todo esto a oscuras, por supuesto...
Los trovadores y las damas de las "cortes de amor" sabían más de erotismo que los calvinistas o los tridentinos. Hizo falta que llegara Sade para que volviera a reconocerse el sexo como la "fuerza más fuerte de la naturaleza". En otras latitudes no se había sufrido semejante proceso. El tantrismo en la India y en el Tíbet, o las prácticas sexuales taoistas, o incluso la misma sexualidaden el Islam, se resentían del mismo orden de ideas al que De Sade solo logró aproximarse.
Para estas corrientes el sexo es una forma de aproximarse a la divinidad y de vivir una experiencia íntima de trascendencia. Las vías de toma de contacto con lo divino son múltiples para estas tradiciones, vía de la guerra, vía de la oración, vía del trabajo, vía, finalmente, del sexo. Y a esta última se le llama la "Vía de la Mano Izquierda".
Los presupuestos de la "sexualidad divina" son muy simples: el sexo puede arrastrar al hombre o el hombre puede dominarlo. Dado que existen dos fuerzas que actúan sobre el hombre y le imponen su tiranía, el sexo y la respiración, si el hombre consigue dominarlas, será libre. En el momento del orgasmo, el hombre y la mujer, se sienten arrastrados por una fuerza que debilita sus lazos con la materia, esto produce una sensación de placer que aparece acompañada frecuentemente de una sensación de muerte, agotamiento o extenuación: eros y thanatos siempre caminan juntos. Dominar y reorientar el impulso sexual es una de las finalidades del tantrismo y las prácticas eróticas su medio para alcanzar el fin: la búsqueda de la trascendencia.
SEXO Y VIOLENCIA, UN MATRIMONIO INDISOLUBLE
El tantrismo no hace ascos a ninguna práctica sexual por extrema que sea. Algunos escalofriantes relatos de rituales mágicos hablan de prácticas realizadas en cementerios teniendo a cadáveres como parteners; otros cuentan ritos enervantes realizados bajo el sonido de tambores hechos con cráneos humanos; porlo demás en estos ritos se copula por sorteo: un hermano puede unirse a su hermana; un padre a su hija, etc.
En el mismo orden de ideas, Aleister Crowley estableció los rituales de los distintos grados de sus organizaciones -Ordo Templis, OTO, y Astrum Argentinum- sobre la base de prácticas sexuales. Uno de los grados de la OTO prescribía la masturbación, otro el coito anal, y así sucesivamente.
Todas estas prácticas, contrariamente a lo que estaríamos tentados de pensar, se basan, no en un deseo de satisfacción pervertida y viciosa del eros, sino de su dominio. Se trata de controlar el eros, mantener la erección en cualquier situación, guste o no guste, eyacular en el momento preciso o retener el esperma más allá de lo que una sexualidad normal, profana, nos induciría a hacerlo. Dominar el sexo, afrontarlo directamente, en lugar de huir de él, de ser dominado por él.
Dentro de esta óptica hay que englobar los castigos sexuales. Se trata de obtener a través de ellos, un incremento de la tensión erótica de la pareja, aumentar la excitación y crear un climax más acentuado.
En el fondo de todo intercambio sexual existe un transfondo innegable de violencia presente incluso en las relaciones más bucólicas y tiernas. El intercambio sexual implica algún tipo de penetración y ésto es ya de por sí, un acto con cierto contenido de violencia. Los movimientos de la cadera del varón, en cualquier posición, acentúan el carácter violento del coito. Los gemidos de ambos parteners, en otro contexto podrían ser interpretados como sufrimiento. Por lo demás frases como "me estás matando", "me he muerto", etc. introducen un contenido problemático que va en la misma dirección.
En este contexto las prácticas sexuales sado-masoquistas adquieren una nueva dimensión: son una forma extrema de vivir extrema y brutalmente las relaciones sexuales y no es raro que siempre hayan estado presentes a lo largo de la historia.
LA VIA DEL MISTICISMO: VIA DEL DOLOR
Existe una explicación fisiológica -como por lo demás existe otra psicológica- para explicar la tendencia y el gusto de ciertos segmentos de población hacia las prácticas sado-masoquistas: de un lado se produce una mayor vasoconstricción que genera más hormonas de excitación sexual, también una piel que enrojecida por un golpe es más sensible a una caricia; así mismo, es imprescindible una cierta novedad y originalidad, buenas dosis de imaginación, en los intercambios sexuales repetidos entre los mismos parteners, si no se quiere que la tensión erótica disminuya y se relaje. En este sentido, el atractivo de ciertas prácticas sado-masoquistas suaves radica en que engloba distintos refinamientos y tendencias eróticas, más o menos infrecuentes: voyerismo, fetichismo, etc...
Pero estamos en pleno dominio profano, el inaugurado en los tiempos modernos con el marqués de Sade. En otro tiempo el sexo y la violencia caminaban juntos por las vías de lo sagrado. El misticismo católico nos lo demuestra en infinitud de ocasiones.
En el desierto de Siria, florecieron en los siglos V en adelante comunidadesd e estilitas. Monjes que vivían en lo alto de una columna en donde habían situado una pequeña plataforma. Se organizaban en comunidades que constituían verdaderos bosques de columnas. Muchos de ellos murieron fulminados por rayos.
Esta práctica procedía de los cultos -originarios de esa región- de la diosa Atargatis -que veneró Nerón- que consistían en que el iniciado debía ascender a un enorme falo de 52 metros de altura y permanecer sobre él siete días. Se decía que desde allí, el iniciado hablaba con la diosa.
Las comunidades cristianas de la zona recuperaron el tema y lo adaptaron a su "pathos", convirtiendo el falo en columna. Encima de ella, el asceta seguía hablando con Dios, para ello añadía mortificaciones suplementarias: ayunos, siempre en pié para evitar dormirse, comida miserable, etc. Algunos se cargaban de cadenas, otros discutían con sus vecinos de columna sobre problemas teológicos e incluso se insultaban y enfurecían; de Simeón Estilita se cuenta que su cuerpo se cubrió de úlceras y aparecieron gusanos; algunos de estos caían al suelo y un ayudante los colocaba en la cesta para que Simeón los volviera a colocar en sus pústulas: "Comed lo que Dios os da", decía...
Los estilitas no eran un caso único, de los místicos o de Santa Catalina de Pazzi se cuentan proezas -desde levitación, hasta inspiración profética, pasando por éxtasis, telekinesia, etc.- realizadas sobre la base de mortificaciones del cuerpo. El efecto producido sobre el místico, no es solo el de sorprendentes capacidades parapsicológicas, sino sobre todo el de un inmenso placer no exento de sensualidad.
Las descripciones del "fuego que abrasa las entrañas" que realizan distintos místicos es idéntico en todo al fuego que quema a los amantes. En el caso de Catalina de Pazzi, empezó a tener estas sensaciones desde los 6 años, cuando inició sus autoflagelaciones. De sus testimonios -y de los de Santa Teresa, sin ir más lejos- se evidencia una fuerte componente erótica en el éxtasis divino.
El caso de San Antonio, las relaciones entre sensualidad y mortificación son igualmente evidentes: San Antonio rechaza las tentaciones eróticas del diablo, porque el éxtasis divino le provoca un placer todavía mayor. San Juan de la Cruz abunda en descripciones que sorprenden por su brutalidad ("Laborad en el desprecio de vosotros mismos y en que los demás os desprecien") y el mismo rezo del rosario está dividido en tres grupos de misterios: dolor, gozo y gloria, significativa gradación jerárquica.
Otros sistemas religiosos y filosóficos recorren idénticos senderos: el hinduismo es maestro en este arte y las hazañas paranormales de los ascetas hindúes -atravesar el cuerpo con objetos punzantes, someterlo a la acción del fuego o de brasas, acostarse sobre colchones de clavos, etc.- causan admiración y sorpresa. Algunos yoguis permanecieron durante veinte años comiendo excrementos de vaca e inmóviles. Se trata siempre de sufrimientos y privaciones del cuerpo que causan tales efectos paranormales y extáticos. El Gran Buda Siddharta Gautama llegó a la iluminación tras una larga ascesis; él mismo describe este tránsito en sus "Nobles Verdades": "El hombre huye del dolor y busca el placer". Pero ese placer supremo se consigue a través de la mortificación del cuerpo y de la doma de los sentidos.
UNA EXPLICACION AL BINOMIO PLACER/DOLOR
Si queda establecido que un cierto tipo de dolor provoca placer -sagrado o profano, similar en su base ya que no en su contenido- y que éste es buscado en la medida en que gratifica más que el dolor que produce, queda solo explicar cual es el proceso de esta alquimia interior.
Hay que excluir interpretaciones psicoanalíticas o simplemente psicológicas; la extremización de las pulsiones sado-masoquistas valen para individuos psicológicamente alterados y aparece como resultado de malformaciones de la psique. En el caso de juegos sexuales de alcoba -como los indicados en el "Kama Sutra" o en el "Ars Amandi"- se trata solo de recursos eróticos al alcance de los amantes que crean una barrera entre la sexualidad animal y la humana: el hombre necesita erotismo para exteriorizar y canalizar su pasión amorosa, el animal no.
Pero no es esto lo que nos interesa. Existe una búsqueda del dolor que -desde las lupercalias hasta los ascetas del desierto y los místicos, pasando por los yoguis y los círculos tántricos-, al decir de quienes lo han atravesado, provoca un placer supremo, traducido en una experiencia mística. La consecuencia de esto consiste en implicar la experiencia del dolor como una vía más, entre las muchas posibles, para vivir la experiencia de lo trascendente; ni más ni menos.
Existe en el hombre una parte física que está sujeta a los procesos de la materia y que genera un flujo mental -ideas, pensamientos, voliciones, deseos, etc.- estos dos factores constituyen el Yo, el Ego. El Ego no puede vivir la trascendencia porque ésta es de otra naturaleza: esencialmente el Ego es material, la experiencia de lo divino es inmaterial.
La experiencia trascendente solo puede vivirse cuando el Ego es colocado en un segundo plano y el eje de la persona se centra en un estrato más profundo: el alma, la chispa divina de la que hablaban los rosacruces. Este alma, solo se manifiesta cuando el Ego se retrae y una de las formas de obtener tal efecto es mediante el sufrimiento.
Es el Yo el que tiene miedo, es el Yo el que sufre, es ese mismo Yo que supone una barrera infranqueable entre el hombre y "dios". Todos los místicos han percibido esto como sensación y certidumbre y por ello se han aprestado a las más brutales mortificaciones. Exponer el propio cuerpo al dolor, voluntariamente, implica que para superarlo hay que desplazar el eje de la personalidad a otro punto en el cual los estímulos negativos extracorporales (el látigo, la ausencia de alimentos, el cilicio, los ayunos, etc.) no son sentidos como dolor. Es, en ocasiones, por una necesidad de superar ese mismo dolor que la personalidad fuerza la entrada en el dominio del alma.
"A medida que mi cuerpo se debilita, se fortalece mi espíritu" es una frase que repiten invariablemente todos los místicos. De ahí que para tener éxito en cierta prácticas de yoga o de meditación, o incluso prácticas mágicas, se requiera al sujeto un control sobre la alimentación y la sexualidad. Hasta no hace poco el cristianismo solía exigir unas horas de abstinencia antes de recibir la comunión. Los derviches, por su parte, extenúan su cuerpo mediante la danza hasta que, éste rendido, deja paso a un estrato más interior.
La extremización de un proceso de sufrimiento es la muerte; por ello no es raro que todo sistema de iniciación se base es la muerte y el renacimiento del aspirante. En griego muerte es t e l e u t n e iniciación t e l e o q a i , palabras con la misma raíz. Ahora bien, al hablar de "muerte" se entiende muerte de lo físico, del "hombre viejo" y por "resurrección" hay que entender alumbramiento del "hombre nuevo", es decir, de aquel que hace de la trascendencia, de la identificación con "dios", el eje de su vida.
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