LA TARDIA PRESENCIA DEL SUFISMO EN OCCIDENTE
El sufismo, a diferencia de otras tradiciones orientales, penetró solo tardíamente en Occidente. Y como otras tradiciones, fue también víctima de adulteraciones e interpretaciones bastardas. Tampoco los estudios académicos sobre el sufismo fueron particularmente abundantes en el siglo pasado, cuando ya existía toda una corriente de eruditos orientalistas que habían traducido lo esencial de la espiritualidad hindú.
Esta aparición tardía es difícil de explicar; probablemente influyó la menor presencia occidental en los Países Arabes en que el sufismo estaba fuertemente asentado, a diferencia de la presencia colonial en India, a partir de la cual Inglaterra produjo un linaje de lúcidos orientalistas que todavía hoy tiene prolongaciones.
Por lo demás, el sufismo está integrado en el sistema religioso y social de los Países Arabes, impidiendo, en principio, el acceso a los occidentales o a quienes no participan de la religiosidad islámica. Igualmente, a diferencia de las tradiciones hinduísta y budista, el sufismo se practica habitualmente de forma comunitaria, algo que dificulta su exportación allí donde no existe ya una "masa crítica" de partida.
LOS PRIMEROS ESTUDIOS SUFIES
El interés por el sufismo en Occidente se inició en el último tercio del siglo XIX, cuando fueron traducidos los primeros textos de manera esporádica y sin que tuvieran la más minima repercusión, ni a nivel popular, ni siquiera entre la intelectualidad. A efectos de anecdotario consta una primera traducción de Guilaume de Tussy de Attar de un tratado sobre el "lenguaje de los pájaros" en 1864. Palmer, profesor de Cambridge, escribió su "Misticismo Oriental" tres años después, centrándose en la espiritualidad persa, aun a pesar de no haber estado nunca en aquel país y de que sus fuentes eran, necesariamente, limitadas. Al año siguiente -1868- aparecía en Londres el primer estudio sobre los derviches de la mano de J.P.Brown. Adrew Rawlinson, estudioso de la historia del sufismo en Occidente, menciona en su libro "A history of occidental sufism", la presencia representantes sufíes en el Parlamento Mundial de las Religiones de Chicago, el año 1893, añadiendo que fue "pobre". Pero esta presencia es, en cualquier caso, significativa de lo que había ocurrido.
EL PARLAMENTO DE LAS RELIGIONES
Organizado con motivo de la Exposición Universal de Chicago, este "Parlamento" merece la atención de René Guenon en su libro "El teosofismo", al que dedica todo un capítulo. Gracias a Guenon, sabemos que "se pidió a todas las organizaciones religiosas, o símil-religiosas del mundo, que enviaran a sus representantes mas autoriados a fin de exponer sus creencias y opiniones". Tras la iniciativa se encontraba Víctor Charbonnel, un asiduo visitante del Salón de Lady Caithness, Duquesa de Pomar.
La inmensa mayoría de organizaciones asistentes al "Parlamento de las Religiones" estaban vinculados a grupos protestantes norteamericanos; el exotismo corrió a cargo de Swami Vivekananda del que Guenón dice que "desnaturalizó completamente la doctrina hindú del Vedanta con el pretexto de adaptarla a la mentalidad occidental (...) La seudo-religión inventada por Vivekananda obtuvo un cierto éxito en Norteamérica (...) De Vedanta no tiene más que el nombre, pues no podría establecerse relación alguna entre una doctrina puramente metafísica y un moralismo "sentimental" y "consolante", que no se diferencia de las prédicas protestantes sino por el empleo de una terminología algo especial". Existían lazos (como veremos en otra parte), entre la Sociedad Teosófica y Vivekananda. De hecho, Annie Besant, entonces Presidenta de la Sociedad Teosófica, estuvo presente en el Parlamento de Chicago.
Guenon recuerda que de los 17 días que duró el Parlamento, dos estuvieron dedicados a exponer las doctrinas teosóficas. Annie Besant estuvo acompañada por Gyanendra Nath Chakravarti y Angarika Dharmapala. El primero era un "mongol más o menos hinduizado", muy implicado en las actividades ocultistas y espiritistas occidentales. Hábil hipnotizador, los propios teosofistas reconocieron que logró mantener durante años bajo su influencia a Annie Besant.
Judge, rival de la Besant, envió una circular a los miembros de la Sociedad Teosófica aludiendo a "un complot fraguado por magos negros que siempre luchan contra los magos blancos", calificando a Chakravarti como "un agente menor de los magos negros". En cuanto a Dharmapala, a pesar de su autotitulada fé budista ceylandesa, participó igualmente de las actividades de organizaciones masónicas y teosofistas. Ambos hablaron en el acto de apertura del Parlamento de las Religiones como también la Besant y Judge; estas intervenciones permitieron que la revista teosofica francesa "Le Lotus Bleu" pudiera escribir exultante: "El verdadero parlamento de las religiones ha sido en realidad un Congreso Teosófico".
A pesar de todo la presencia sufí fue "pobre". Pero esto indicaba que el teosofismo estaba muy interesado en encarrilar la irrupción de las religiones orientales en Occidente, ofreciendo su particular visión de las mismas. Fenómeno anglosajón, el teosofismo, manipuló y adulteró hasta lo grotesco el hinduismo y el budismo, en la medida en que siempre reconoció en la India su centro inspirador e incluso estableció su dirección Adyar.
Era solo cuestión de tiempo que los teosofistas occidentales, espíritus inquietos siempre dispuestos a emprender una incansable "búsqueda de la verdad oculta", se fijaran en el sufismo. No es raro que Ivan Agueli, el primer occidental que recibió la "barakah" sufí en 1907, fuera miembro de la Sociedad Teosófica.
LAS DOS RAMAS DE SUFISMO: TRADICION Y TEOSOFIA
Andrew Rawlinson reconoce que el sufismo entró por dos caminos en occidente, "bastante distintos y prácticamente opuestos". Uno de ellos era la Orden Sufí, el otro, la Orden Shadhili. La primera distinguía y separaba entre musulmanes y sufíes; en su óptica particular no era necesario ser musulmán para ser sufí, admitía igualmente a mujeres, algo impensable en las formas del Islam ortodoxo. Había sido constituida por Hazrat Inayat Kan de origen hindú que correspondía al mismo tipo de gurú oriental que Vivekananda a quien Guenon ya califó de "adulterador". Enseñaba que esoterismo y exoterismo, Islam y sufismo, eran independientes.
Este lenguaje y esta temática no podía dejar de atraer la mirada de la Sociedad Teosófica que en 1914 publicó el libro de Hazrat Inayat Kan, "Un mensaje sufí de libertad". La implantación de la teosofía en la India y el hecho de que esa colonia fuera lugar de nacimiento de Hazrat Inayat, sin duda hacían que esta forma de sufismo estuviera ya adulterada y vinculada a la Sociedad Teosófica, de la misma forma -aunque a un nivel mucho más minoritario- que, como hemos visto, existían ramas del hinduismo adulteradas en beneficio de la formación blavatskiana.
En cuanto a la Orden Shadhili, mantenía ramas en Egipto, Argelia y Marruecos; como ortodoxo que era mantenía solamente abiertas sus puertas a hombres de fe musulmana. Para los occidentales que quisieron penetrar en ella, había que convertirse primeramente al Islam. Esto fue lo que hizo John-Gustav Agelii (1869-1917), que ha pasado a la historia del arte como Ivan Agueli y a la historia del sufismo occidental con el nombre iniciático de Abd-el-Hadi o Habdul Haddi.
IVAN AGUELI Y EL ARTE MODERNO SUECO
Ivan Agueli ha pasado a la historia del arte moderno sueco. Nació el 24 de mayo de 1869 en Sala, pequeña ciudad sueca de Vastamanland a 29 km de Estocolmo. Hijo de un veterinario. Estudió en varias ciudades de Suecia terminaron sin éxito en Estocolmo. En 1889 en la isla de Gotland, situada en el Báltico, se puso a dibujar y a pintar, lo hacía muy bien y sus esbozos fueron apreciados por los pintores suecos, Richard Berg y Karl Nordstrom. Llegado a París empezó a pintar en el taller de Emile Bernard por intercesión del famoso marchand de pintura el Padre Tanguy. Fue entonces cuando adoptó el nombre de artista Iván Agueli.
Agueli es considerado émulo de Gauguin; cómo él, domina el color, si bien sus composiciones tienen un rasgo diferencial, son austeras hasta lo ascético. Agueli perteneció a la primera generación de artistas suecos que rompieron con la Academia del Arte local. Hasta entonces, la pintura sueca había optado por termas nacionales; abundaban los cuadros de tema histórico, o los paisajes y las escenas rurales del país; las composiciones solían tener rasgos estereotipados y estaban concebidas sin otra ambición que ornar las paredes de la floreciente burguesía local.
Como era de esperar, los retratos era el tema más lucrativo de la pintura conformista sueca del último tercio del siglo XIX.
La generación siguiente, a la que pertenecía Agueli, por el contrario, miraba hacia París, daba la espalda a los temas nacionales e incluso coqueteaba con los enemigos de la burguesía. Agueli, como otros muchos pintores suecos de su generación, sentían simpatías por el anarquismo y el comunismo. Varios marcharon a París a buscar en las fuentes del impresionismo que admiraban. Agueli fue uno de ellos. Entre 1880 y 1890, se asentó en Grèz-su-Loing, a poco menos de 100 km. de París, una colonia de artistas suecos. Desde allí planificaron su ataque a la Academia Sueca. Reivindicaron libertad para elegir profesores, becas para viajar al extranjero y estudios individuales para los profesores. Nada obtuvieron sino un severo reproche; pero ya era demasiado tarde como para que la Academia pudiera desactivar al movimiento de oposición ("opponentrêrelsen"). En 1886 se constituyó la Federación de Artistas Suecos que un año antes ya había celebrado su primera exposición en Estocolmo, bajo el título de "A orillas del sena". A partir de 1909, la influencia de este grupo de pintores dominaría en la escena artística sueca.
Ernst Josephson, Carl Fredrick Hill e Ivan Agueli, son si duda, los tres pintores más importantes de este período del arte sueco. Los dos primeros resultaron aquejados de graves trastornos psíquicos. El primero, a raíz de una depresión, cayó en el el misticismo más exasperado que reflejó en sus dibujos, mientras que el segundo, ya en los años 30, cayó presa de un trastorno psíquico que lo obligaba a dibujar frenéticamente cada día varias decenas de bocetos. De Ivan Agueli, dice la "Enciclopedia Nacional Sueca" que "combinó sus estudios de Bellas Artes con estudios sobre religiones e idiomas extranjeros y viajó a Egipto donde se convirtió al Islam".
Desde su juventud demostró una profunda admiración por Gauguin y Cézanne. Sus obras tienen un carácter reflexivo, sereno y austero. Se diría que son composiciones esencialistas en las que el pintor se adelante al movimiento de la "neues sachlichkeit" ("nueva objetividad") que triunfaba en Alemania. Algunos de sus cuadros muestran influencias del cubismo y en otros del impresionismo; en estas últimas -especialmente las que compuso en sus últimos años en Egipto y España- abundan los colores suaves y claros. Los críticos consideran que estos rasgos son una derivación "de su talante religioso o panteista".
A partir de 1912 se siente ganado por el cubismo y en sus artículos y cartas a revistas de arte de su país, alerta contra las tendencias cambiantes. Ese año tenían lugar las Olimpíadas de Estocolmo, evento al que se añadían exposiciones y certámenes artísticos. Sin embargo, las lúcidas ideas de Agueli sobre la evolución del arte moderno, cayeron en saco roto y no fue sino en la segunda mitad del siglo XX cuando su obra se revalorizó en su país de origen.
ABDUL HADI: PRIMER SUFI EUROPEO
La relación de Ageli con el cubismo data de 1910. Ese año, encontrándose en París, se relacionó con los pintores de esta tendencia, escribiendo un ensayo titulado "Den Rena Konsten" (El Arte Puro) que firmaba con el nombre de "Abul-Hani", que era algo más que un seudónimo literario; era su nombre iniciático.
A pesar de su temprana militancia teosófica (en la que le introdujo su amigo el pintor Emile Bernard en cuyo taller trabajó; Ageli conocía ya al teosofismo que había logrado instalar una rama en Estocolmo), con Agueli el sufismo ortodoxo tiene en Occidente a su primer representante, pero no sería sino hasta casi veinte años después, cuando esta militancia saldría a la superficie a través de René Guenon y de la revista "Etudes Traditionelles".
Antes de Agueli, solamente se conoce el caso anecdótico y a efectos de archivo de Isabelle Eberhart, admitida excepcionalmente en la Orden de Qadiri en Túnez. Apenas tenía 23 años y ya era una consumada exploradora. En 1900 Isabelle Eberhart había recalado en Túnez impresionando por su juventud y energía al seikh de la Orden de Qadiri quien, para homenajearla, la admitió en su organización a título honorífico. La joven moriría en un accidente cuatro años después y, por lo demás, no hizo nada para difundir o profundizar en el sufismo.
En 1907 Ageli había leído la traducción realizada por James Redhouse de un texto de El Rumi, "Masnavi" y, probablemente, la obra de Depont y Coppolani, "Las Confreries Religieuses Musulmanes", publicado a finales del siglo pasado. Por lo demás, la militancia teosófica de Ageli, debió encender en él, el interés por la religión. La Blavatsky en "Doctrina Secreta", menciona en varios lugares al sufismo y, finalmente, Agueli al contacto con textos auténticos sufíes, renunció al ocultismo teosófico para abrazar su nueva fé. Una estancia en cárcel de Mazas, acusado de haber albergado a un anarquista buscado por la policía, le permite estudiar con calma la lengua árabe, el hebreo y el malayo.
Hablaba corrientemente árabe y conocía en profundidad el arte islámico, no en vano había viajado en varias ocasiones a los países árabes. Desde sus primeras lecturas sobre el sufismo, Agueli experimentó la atracción por esta doctrina y pensó que, de entre todos los sistemas esotéricos aun vivos, éste era la que se acercaba más a las "fuentes de la sabiduría".
En el curso de su segundo desplazamiento a Egipto, en 1907 fue iniciado por el sheik sufí Abd al-Rahman Illyash al-Kabir, dirigente espiritual de una de las ramas de la Orden de Shadhili, la "Arabiyya-Shadhiliyya". Durante esa estancia en Egipto, Agueli se nutrió con las lecturas de Ibn Arabí. Ese mismo año, Abd al-Rahman confirió a Ageli el título de "moqaddem" que le permitía transmitir a otros la "barakah" -iniciación- y realizar nuevos adeptos.
Ageli no se prodigó en difundir el sufismo en Occidente, hasta que inició a René Guenon en 1917, no consta que incorporara a nadie más. De hecho, parece que Guenon supuso su única conversión al al Islam. Sin embargo se prodigó en distintos artículos en las revista dirigidas o fundadas por René Guenon. También experimentó atracción por el taoismo, que conoció en profundidad, y que comparó con el sufismo en artículos aparecidos en "La Gnosis", revista fundada por Guenon en 1908 y que seguiría publicándose durante los cuatro años siguientes.
Hoy se sabe que Agueli tuvo un conocimiento del taoismo a través de otro de los colaboradores asiduos de Guenon, el Conde de Pouvourville, Albert Puyon. Puyon había sido iniciado en el taoismo el mismo año que Agueli lo fue en el sufismo, adoptando el nombre iniciático de "Matgioi", con el que publicó distintos artículos tanto en "La Gnosis" como en "Etudes Traditionelles".
En 1913, según cuenta Paul Chacornac, en "La Vida Simple de René Guenon", Ageli "recorrió toda la región Turaní, pintando algunos paisajes de las riberas del Loira y del Indre, así como del Sena y el Oise, para despues reemprender en 1913 el camino de Egipto a fin de pintar intensamente paisajes y cabezas de nativos, durante 1914".
Ya desde principios de siglo Ageli era considerado como uno de los introductores del arte moderno en su país, Suecia, donde cuenta con una sala en el Museo Nacional de Estocolmo, algunos lienzos en el de Gotemburgo y un pequeño museo en exclusiva, el "Aguélimuseet". La vida de Ageli, a pesar de tratarse de un artista conocido y de renombre, presenta claroscuros. El propio Chacornac, amigo, correligionario y admirador de Guenon, no está muy seguro de la evolución espiritual de Agueli; se hace eco de que probablemente acabaría su trayectoria espiritual en el bahaismo y reconoce que "la carrera de Adbul-Hadi, deja una impresión cuando menos desconcertante, al menos para un hombre que en ciertos aspectos podemos calificar de espiritual. No debemos olvidar que un cierto conocimiento de orden esotérico no va acompañado necesariamente de apariencias de "santidad", ni siquiera simplemente, de una conducta ejemplar". Por lo demás, los dos libros consagrados a Agueli y aparecidos hacia mediados de siglo (A. Gauffin, "Ivan Agéli, Människan, mystikern, mâlaren" ["Ivan Agueli, El hombre, el místico, el pintor"], y "Aguéli. Portait ov en rymd" ["Agueli, retraro de un espacio"] no son excesivamente explícitos en cuanto a su evolución espiritual.
Sea como fuere, como bahai o como sufí, Ageli regresó a París cuando había estallado la Primera Guerra Mundial. A los pocos meses, "por oscuras razones" -dice Chacornac-, fue expulsado y pasó a Barcelona donde siguió ejerciendo su oficio de pintor.
Murió aplastado por una locomotora en las cercanías de Barcelona en 1917 y sus cuadros fueron enviados a su madre por medio del agregado consular sueco. Lamentablemente en la representación diplomática sueca no existen datos sobre las visicitudes y los detalles de este episodio.
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Se agradece a la embajada de Suecia en Madrid el interés tomado y los datos facilitados para la elaboración de este artículo. Especialmente a Rosa López, Asistente de Información.
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