lunes, 14 de abril de 2008

¿EXISTE VIDA ANTES DE LA MUERTE?

Diez rupturas contra la humanidad moderna

El más allá interesa. Aquel que asegura poder comunicarse con los muertos tiene garantizados sus cinco minutos de fama en la sociedad del espectáculo. Preocupan los poltergeist, tenidos como manifestaciones de los muertos, círculos de amigos, respetables familias, practican la oui-ja, que creen guiada por el espíritu de los muertos, buena parte de la población no pone en duda la posibilidad de reencarnarse y evitar la muerte; cualquier película que trate algunos de estos temas, está llamada a interesar al gran público... todo esto tiene como contrapartida el tabú de la muerte. Nuestras sociedades modernas evitan hablar de la muerte como el gato evita el agua. Se considera "siniestro" y de "pésimo gusto" aludir a la muerte. Solo es "culturalmente correcto" aludir a la muerte en la ficción y la virtualidad de los vídeo juegos, donde si uno es muerto resucita en la partida siguiente. Y aquí el grado y la intensidad de la violencia alcanza niveles inusitados sin provocar grandes resistencias en contra. En otro terreno la violencia, unida al sexo y a la muerte, provoca curiosidad morbosa... siempre que no sea de la propia muerte de lo que se habla. Recuerdo una película italiana en la que Alberto Sordi asistía a un funeral; en torno al féretro, todos los asistentes lloraban y se lamentaban, pero Alberto Sordi no conseguía encontrar razones para unirse al llanto generalizado... y no las encontró hasta que se imaginó él mismo en el féretro, muerto, frío y descolorido. Solo entonces las lágrimas corrieron por sus mejillas.
Y es que a fuerza de pensar en el más allá la humanidad termina por olvidarse de que vive; así pues, lo "espiritualmente correcto" sería preguntarse si hay vida antes de la muerte, pues solo así desplazaríamos el problema del "allí y entonces" al "aquí y ahora". La pregunta tiene más miga de la que parece y la respuesta no es del todo evidente.

El hombre moderno tiene miedo de morir y solo le reconforta pensar que más allá de la muerte existe un "corredor de luz", una sensación de "paz, quietud y serenidad", otra vida en definitiva. Usted, que persigue encontrar el verdadero sentido de la vida y que tiene un ansia desesperada de verdad y objetividad, usted que no tiene intención de crearse coberturas para tapar las miserias de la condición humana, no deberá caer en esas trampas esperanzadoras. Ese famoso "corredor de luz" no es más que un nuevo engaño de los sentidos. La química del cuerpo humano genera, a veces, maravillas. Cuando a un cerebro se le inyecta sangre pobre en oxígeno y rica en dióxido de carbono, pueden aparecer "experiencias místicas", visiones, igual que cuando se consumes drogas psicotrópicas. Cortar el frujo de sangre y oxígeno al cerebro genera sorprendentes distorsiones de la realidad. Esos famosos "túneles de luz" de los que hablan aquellos que han regresado de experiencias cercanas a la muerte no son sino eso: alteraciones en la química del organismo que provocan ese tipo de experiencias que no tiene absolutamente nada que ver, ni con la espiritualidad, ni con la supervivencia del alma en el más allá, ni mucho menos con la experiencia mística. Lamentamos si en algún momento usted se ha hecho ilusiones respecto a estos fenómenos. Quiere un consejo: no piense tanto en el más allá, en la supervivencia tras la muerte, en la reencarnación o en cualquier otra chorradita telecomandada. Si va por ese camino, terminará por preocuparse solo de un problemático "allí y entonces" y olvidará el "aquí y ahora" que, en definitiva, es lo único que interesa. Y es que la vida se resuelve en cada instante de eternidad que, a la postre, no es sino un continuo aquí y ahora.

Entendemos sus miedos y dudas que también son los nuestros. Quizás la diferencia entre usted y nosotros, es que nosotros hemos reconocido cuatro puntos incuestionables a partir de los cuales es posible alcanzar una mayor estabilidad emocional:

1) la vida es algo temporal y finito, la muerte es el destino final de la vida humana.
2) desde el momento en que nacemos nos encontramos cada vez más cerca de la muerte; siempre se va agotando nuestro tiempo.
3) ni un solo de los humanos se -fuera del mito y del símbolo- han logrado burlar o evitar la muerte.
4) la muerte no avisa, es tan silenciosa como traidora, nunca sabemos cuando, ni cómo, ni dónde puede asaltarnos la muerte.

Es duro ¿no? Acéptelo y medite sobre esto. Si alguién le cuenta algo diferente, grítele en la cara, "mentira" y adelante, prosiga con su meditación sobre la muerte. Detenga su lectura de este libro; no siga adelante. Sino está convencido de la finitud de lo humano -de su finitud, de la de sus amigos, de la de sus enemigos, de la nuestra- leer las ciento y pico páginas que siguen no le servirá de nada.

Le diremos lo que tiene que hacer. Aíslese. Si tiene familia y hay bullicio en su casa, aproveche un fin de semana, váyase al campo en tienda de campaña y si no le gusta esta opción elija un albergue aislado; un lugar donde encuentre tranquilidad. Le va a llevar poco: solo un fin de semana. Siéntase solo consigo mismo. No se lleve ni radio, ni lecturas, ni un diario, ni siquiera el reloj; se sorprenderá ver que su instinto le indica con exactitud la hora en la que vive. En un lugar aislado, cerca de la naturaleza, acaso una alta cumbre, el límite de un acantilado, una roca ante la que rompen las olas, siéntese en una postura cómoda; mejor con la columna vertebral recta, no sea comodón y se nos vaya a estirar. Sentado con las piernas cruzadas y la columna recta no se relajará lo suficiente como para dormirse, pero, en principio, sus músculos estarán cómodos. Si cree que otra postura es la más adecuada, adóptela. No cierre los ojos, mire lo que le rodea: es un paisaje grandioso, la belleza misma encarnada en miles de pequeñas formas y detalles, todo eso constituye un conjunto armonioso. Respire hondo de manera lo más natural posible; observará que el diafragma le sube y baja, comprima y vacíe sus pulmones de manera natural. Va bien, siga así. Y entonces piense: ese paisaje hecho de rocas y vegetales no necesita nada de usted, ni de nadie, no es hermoso para satisfacer a los ecologistas ni a los buscadores de lugares atractivos o a las agencias turísticas. Es así por sí mismo, autónomo y autosuficiente. Y sin embargo, ni aun en toda su grandeza, ese paisaje es eterno: esa roca que ve, dura y cortante, esa roca también desaparecerá un día u otro, ese árbol de hoja peremne se pudrirá antes o después; la hormiga que lleva pesadas cargas de un sitio a otro, apenas tiene 60 horas de vida y es posible que su tiempo esté apunto de agotarse. Pero esa finitud no es óbice para que la hormiga siga cargando, el árbol alzándose y las rocas desafiando los elementos. Cumplen su misión, aquella para la que existen. Cumplen con su "dharma". ¿Y usted? ¿sabe cuál es su función en la vida? ¿Lo sabe? ¿sabe usted algo verdaderamente importante sobre sí mismo?
Me dirá que la diferencia con la roca, la hormiga y el pino, es que usted sabe que es finito y ellos no. Se equivoca: en primer lugar por que usted evita pensar en su propia finitud, hacerlo le angustia, ¿a que sí?; en segundo lugar, lo que es finito es su condición humana. La existencia no termina con la muerte. Lo que termina es la vida humana. Antes de nacer, una parte de usted también vivía. La vida humana no es más que un segmento de una línea que tiene un antes y un después. Cambia la naturaleza, esto es, el estado. Pero no se trata de meditar en esa dirección.
Ya habrá tiempo para que usted se conozca mejor a sí mismo y sepa que la vida humana material no es la única forma de vida.

Ahora se trata de meditar sobre la muerte: usted, pobre humanoide, que forma parte de la naturaleza es finito como esa misma naturaleza.

Convénzase de esa verdad.

Cuando lo esté, piense en esto otro: si la vida es finita y no sabemos cuando nos asaltará la muerte, se trata de encontrar un sentido a la vida, tal que nos prepare para la muerte, y hacerlo cuando antes mejor, sin dilación.

El Zen recomienda estar en paz consigo mismo y con lo que nos rodea y vivir cada día como si fuera el último. Julius Evola, nuestro maestro, glosando esta actitud, nos recordaba la vida de los "kamikazes", los pilotos suicidas japoneses de la última guerra mundial, para quienes la certidumbre de ser llamados a morir en cualquier momento, no desviaba de sus quehaceres cotidianos. Un famoso escritor japonés, Yukio Mishima, era uno de estos pilotos suicidas. Sin embargo, la guerra terminó sin que fuera llamado a morir. Esto le frustró durante las décadas siguientes, pero no fue impedimento para que escribiera decenas de libros de intensidad y delicadeza extraordinarias. Veinticinco años después de que ignoraran su petición de morir, Yukio Mishima se hizo el hara-kiri. Había vivido un cuarto de siglo pensando en la muerte y, sin embargo, muchas de sus obras, son un canto a la vida. Saber que la muerte es el destino de lo humano, no implica tristeza y abatimiento. Solo los débiles sienten temor ante la muerte. Los irresponsables la evitan. Los fuertes sabiendo que van a morir, siguen su camino. El suicidio de Mishima, como el de Séneca dos mil años antes son opciones personales, en absoluto dramáticas. No mueren por que la vida les resulte insoportable como al suicida clásico ante un amor imposible o al saber que una cruel enfermedad le va a hacer insoportable la vida, mueren por que la vida no puede reportarles nada nuevo. Séneca lo expresó de una manera tan austera como genial: "si no quieres combatir, retírate; nadie te impide morir". La grandeza de Roma se construyó con esta óptica.


Medite sobre todo esto. ¿Le sigue interesando la vida? Entonces apúrela hasta las heces. ¿Cómo? La fórmula es tan sencilla como difícil de practicar, no se engañe, es vivir permanentemente el aquí y el ahora. Y esto no puede lograrse sin que ponga algo de su parte en cada instante de su vida: cuando camina por las calles, cuando trata a sus hijos, cuando bebe con sus amigos y cuando trabaja ante el ordenador...

Y a todo esto ¿cuál es la esencia de la vida?.
Se resume en una sola palabra: armonía.


LA VIDA: O ES ARMONIA O NO ES NADA

Algunos místicos católicos y también grandes meditadores de escuelas orientales o sufíes, han "percibido", en trances profundos de meditación, una ley de armonía en el cosmos que hace de éste algo ordenado y evita que el caos se enseñoree. Otros prefieren la palabra "Amor" a esa ley universal universal. Es indiferente.

El místico y el meditador no temen a la muerte, no tanto por la presunción -problemática, por lo demás- de que el principio de la personalidad, mi yo, subsistirá tras la muerte, como por la certeza de que con la muerte cesan las contradicciones de lo contingente y el alma humana, liberada, se integra -entra en sintonía- con el orden cósmico. A este proceso algunas escuelas budistas le han llamado "la extinción". Y, paradójicamente, es esa extinción -la abolición del principio de individuación que da nacimiento a nuestra personalidad- la que persiguen a través de sus prácticas y meditaciones.

Para las diversas religiones y creencias, el abandono total del Yo (la renuncia al principio de individuación) y la práctica del amor (esto es, de la armonía y de la no-contradicción) hacia todo lo que les rodea, abren la vía a una percepción directa del cosmos y de la vida. Es en el curso de esas prácticas en donde la vida, el aquí y ahora, adquiere su verdadero sentido. De ahí que a esta experiencia interior se la conozca en diversas latitudes como "el despertar", despertar es vivir, vivir es tener constancia del momento presente, apearse de la corriente del devenir, experimentar el instante. Quién haya pasado wlguna vez por esta experiencia sabe por qué la palabra "despertar" es la más adecuada.

A partir de aquí puede comprenderse el papel secundario que ocupaba el destino post-morten del ego que, sin embargo, centra buena parte de las preocupaciones del hombre moderno. Obsesionándose con la seguridad -altamente improbable- de obtener testimonios objetivos y convincentes al ciento por ciento sobre la pervivencia de su Ego tras la muerte, el hombre moderno se olvida que el problema fundamental lo tiene a este lado de la muerte; el momento presente es sacrificado y no vivido y la existencia se convierte en un sueño cuyo despertar es el morir. Hace ciento cincuenta años el espiritismo confundió los "residuos psíquicos" con el alma de los muertos y atribuyó la fenomenología provocada en sus sesiones como muestras de la supervivencia tras la muerte. Las "larvas psíquicas", residuos disminuidos de lo que antes fue una vida y una mente humanas, fueron confundidas con la esencia del ser: el alma. Hoy, el espiritismo ha adoptado otros muchos y diferentes nombres -channeling, ciertas formas de ufología contactista, la casi totalidad del movimiento "new age", la afición extremadamente extendida por la oui-ja, etc.- sobreviviendo a su propia miseria. Pero ahí no existe espiritualidad, sino fenomenología "curiosa" y la gran cantidad de médiums que han terminado enloquecidos son buena muestra de que el espiritismo y sus avatares están más cerca de lo infernal que de lo divino.

Si el espiritismo se equivocó fue por qué tomó lo que es una parte secundaria e insustancial del ser humano, por el elemento central de la personalidad. Mixtura de cuerpo, espíritu y alma, el espiritismo, en la práctica, ignora ésta última y considera el espíritu como la única realidad material; así, al desaparecer el cuerpo físico con la muerte, el espíritu -entendido como vitalidad y psiquismo- queda en libertad y es posible comunicarse con él a través de las distintas técnicas espiritas. Alma y espíritu se confunden. Y sin embargo, el alma es la parte trascendente que anida en el ser humano.

Hay algo en la naturaleza humana que trasciende el carácter animal de sus organismos físicos. No confundirlo ese elemento con lo que es el pensamiento. El pensamiento surge de una forma evolucionada de interrelaciones neuronales. El alma es algo más. Pero la dificultad en percibir y explicar lo que es el alma se debe a que, así como el cuerpo se percibe materialmente y el pensamiento se vive, en principio nada denota la existencia del alma. Un hombre puede vivir y morir sin experimentar la presencia de su alma. El drama de lo humano radica en que el soporte de la personalidad es un cuerpo físico y, por tanto, se siente atraido por lo que es de su misma naturaleza: la materia. Ese cuerpo, de la misma naturaleza que la materia, atrae hacia su esfera al espíritu. Y ese espíritu queda desconectada del alma; más aún, a medida en que las visicitudes de la vida y el propio devenir van aumentando el flujo de pensamientos -siempre caóticos y desordenados- parece como si una gruesa película fuera cubriendo el alma, opaca y oleosa, y la hiciera incapaz de manifestarse.

El Zen nos ayuda a minimizar esta capa de escorias que es el pensamiento y el psiquismo, nos enseña a domesticarlo, en definitiva, a desplazar el eje de la personalidad, del pensamiento a la esfera del alma: es decir a su centro natural. Así, el alma se ve atraída por lo que es de su misma naturaleza -lo divino- y el hombre puede experimentar entonces la realización completa de su ser. Cuando el cuerpo, el alma y el espíritu -el azufre, el mercurio y la sal de los alquimistas- están en armonía, se produce la integración del ser: armonía supone que cada una de las partes ocupa el lugar que le corresponde. El alma el lugar central, como el cubo de la rueda, el espíritu, simplificado y expontáneo, un espacio intermedio y el cuerpo físico, el lugar periférico. No hay que minimizar la importancia de ninguna de las partes: una rueda cumple su función cuando tiene un eje, unos radios y una superficie exterior; jamás podrá cumplir su función si falta alguno de sus elementos constitutivos. En el ser humano ocurre otro tanto: gracias al cuerpo físico de los grandes santos y místicos, la grandeza del alma se manifiesta entre los humanos. Gracias al espíritu, un alma noble y realizada puede comunicar su mensaje y trazar el camino de la salvación para otros hombres. Uno de los grandes votos del budismo es el compromiso en ayudar a todos los hombres a conocer y alcanzar la Vía. Ese compromiso solo puede realizarse cuando en el ser humano exista integración en lugar de ruptura.

EL HOMBRE MODERNO UN HOMBRE ROTO

El hombre moderno hoy, es un ser sometido a múltiples rupturas, no solo entre cuerpo, alma y espíritu, sino a otras muchas que afectan a la relación que mantiene con todo lo que constituye la vida humana y que le rodea. Se diría que una mentalidad diabólica, provista de cortantes instrumentos, ha roto los ligámenes que en una sociedad tradicional suponían soportes de la naturaleza humana para alcanzar un estado de armonía.

El proceso a través del cual se ha iniciado esta caida es complejo y se ha ido acelerando en el curso de la historia; está íntimamente relacionado con el tránsito de las civilizaciones tradicionales a las modernas. Entendemos por "civilización tradicional" aquella que muestra carácteres orgánicos, ordena todas sus partes y actividades en un conjunto integrador, holista y finalmente tiene su eje en la trascendencia, esto es en las posibilidades del hombre como ser que rebasa los marcos y las necesidades de lo estrictamente biológico y material.

La civilización moderna pone, por el contrario, el énfasis en una concepción biológica y reduccionista del hombre y en la satisfacción solo de su vertiente material -innegable por lo demás, pero no preeminente en relación al conjunto-; haciendo esto rompe el marco orgánico y holista anterior y coloca al hombre a merced de las fuerzas contradictorias que rijen todo lo que es material. Una serie de aspectos de la vida humana que anteriormente estaban integrados, se rompen y a partir de aquí puede entenderse el profundo malestar de las sociedades modernas y de sus componentes individuales.

Es dudoso que al resultado de todo esto se le pueda considerar "vida"; el hombre moderno no vive, soporta la vida.

1. LA RUPTURA DEL HOMBRE CONSIGO MISMO

El hombre moderno ignora cual es su verdadera naturaleza: apenas sabe nada importante de sí mismo. Conoce solo sus necesidades cotidianas y contingentes y al actuar en función de ellas termina convencido de que no es nada más que un tubo digestivo que es preciso alimentar y satisfacer en unas pocas necesidades más.

Pero el hombre es algo más que eso, tal como hemos visto. Cualquier antropología tradicional implica una concepción más completa y realista: el hombre es cuerpo físico, pero también flujo mental (que puede controlar o mediante el cual puede ser controlado) y finalmente, late en él una chispa sobrenatural que hace de él algo diferente al resto de la naturaleza.

Una concepción reduccionista y utilitaria, hace del hombre un cuerpo, hecho de materia, que es preciso mantener y una mente atraida por las necesidades de esa misma materia que hay que satisfacer en lo que pida: el eje de la vida se desplaza de un polo trascendente (la concepción del hombre como un ser integrado en la naturaleza, pero al mismo tiempo radicalmente diferente a la misma, es decir, una vida orientada a satisfacerlos aspectos trascendentes) a un polo contingente (la vida como búsqueda del hedonismo más elemental y materialista).

2. LA RUPTURA DEL HOMBRE CON LA NATURALEZA

Una concepción materialista y economicista de la vida, debía repercutir, antes o despues, en la naturaleza: optimización de los beneficios, las leyes del mercado, la de la rentabilidad, de la productividad a todo trance, debía finalmente, agredir a la naturaleza. Los tiempos en los que el hombre tenía conciencia de que, en su parte contingente, formaba parte de esa misma naturaleza, han acabado.

La sobreexplotación de la naturaleza, los problemas del medio ambiente, las catástrofes derivadas de la energía nuclear, los experimentos genéticos descabellados, todo ello no son sino pruebas fehacientes del enfrentamiento del hombre con la naturaleza. Una lucha titánica en la que el hombre -como el Titán mitológico- siempre tiene las de perder.

Una vida integrada del hombre en relación a la naturaleza implica la utilización racional de los recursos que ésta ofrece; una ruptura, en cambio, implica sobreexplotación, agresión y conflicto.

A estas alturas es imposible seguir compartiendo actitudes "progresistas" según las cuales el progreso científico irá compensando y corrigiendo el deterioro del entorno ecológico. Más aún: el encarrilamiento actual del progreso científico supone, día a día, una ruptura mayor del hombre con la naturaleza. La carrera entre una ciencia que deteriora el medio y otra ciencia que intenta paliar este deterioro prosigue frenética y sin cesar, con un resultado problemático al final del camino.

3. RUPTURA DEL HOMBRE SUS SEMEJANTES

Las sociedades modernos son profundamente insolidarias. El fenómeno no es nuevo. Desde que se definieron las relaciones entre los hombre como "homo homine lupus", estaban sentadas las bases para la aparición de un hiperindividualismo y para la abolición de todo lazo de solidaridad.
Fenómenos posteriores como el nacionalismo (que aparece con la revolución francesa, siendo en la práctica el individualismo de los pueblos), el racismo (que se afirma a lo largo del siglo XIX), el individualismo (para el cual el hombre es una unidad atómica separada de otras idénticas a él y necesariamente enfrentada), unido a la acumulación de capital y al afán de lucro y de usura, se van extremizando a lo largo del siglo XIX y XX y hoy no dan pié a ningún optimismo.

El repliegue individualista que registran las sociedades modernas, en las que nadie está dispuesto a sacrificarse por nada y ningún valor es defendido fuera de los estrictamente economicistas, hacen de la sociedad algo profundamente fragmentado y en crisis irreversible.

4. RUPTURA DEL HOMBRE CON LA MUJER
Sería injusto afirmar que la concepción tradicional de la pareja ha entrado en crisis; lo que está en crisis es la concepción burguesa de las relaciones hombre-mujer: la sumisión fálica de la mujer al hombre, ha sido sustituida por el igualitarismo a ultranza y en todos los órdenes. Pero la alternativa no está ahí; si la sociedad burguesa hubo roto la complementareidad hombre-mujer, lo que siguió después, no fue un "ir a más", sino un descender un peldaño: el de la reducción de la feminidad al tipo de varón, integrándose progresivamente en todas las actividades de éste, como si esto fuera una conquista, cuando en realidad lo que implicaba era llegar a las últimas consecuencias de una sociedad machista, la integración de la mujer en el modelo "macho". Pero esto supuso olvidar muchas cosas.

En primer lugar este planteamiento ignora la importancia de la sexualidad en la vida humana. Existe atracción sexual en tanto que existe polaridad entre los dos sexos. Polaridad implica atracción: más fuerte es la polaridad, más fuerte es la atracción, más atenuada está, más débil es la atracción erótica. Un mundo en el que los dos sexos tienden a igualar sus perfomances es un mundo sin polaridad, luego un mundo en el que la tensión erótica se ha relajado o desviado.
Nunca una sociedad ha sido tan libre y permisiva desde el punto de vista sexual como hoy, nunca al hombre se le han dado tantas posibilidades de gozar, pero nunca como hoy han existido tantas psicopatías sexuales.

La integración de la mujer en el mercado de trabajo (como trabajadora alienada y consumidora integrada), su incorporación a las filas militares y a trabajos ingratos y desfeminizantes, solamente puede ser considerada como una "conquista" por mentes abyectas y deformadas, nunca por cerebros sanos y objetivos.

5. RUPTURA DEL HOMBRE CON SUS HIJOS

La aceleración de los ritmos de la historia ha hecho prácticamente imposible la comunicación generacional. Las jóvenes generaciones lo ignoran casi todo de sus padres y lo que estos pueden transmitirles ya ha periclitado o carece de valor.

En este contexto el papel educador de los padres (en el supuesto de que estuvieran en condiciones y supieran educar a los hijos) se ha difuminado: los padres, delegando en la "educación obligatoria" la formación de sus hijos, han renunciado a aportarles algo de sí mismos, confiando en los buenos oficios del Estado o de entidades privadas.

Pero la educación es algo más que cinco horas de clase al día. La educación global implica convivencia, transmisión continua, y, sobre todo, ejemplo. El papel del padre de familia se ha devaluado y deja de ser, ejemplo, educador y orientador de sus hijos, para pasar a ser la persona que trae dinero a casa, tarea a la que se ha reducido la paternidad en nuestras sociedades.
No es de extrañar que el impulso vital que hace que una sociedad se prolongue en sus hijos, haya disminuido en Occidente y la pirámide de población se invierta. ¿Para qué tener hijos? Desde el punto de vista económico, son ruinosos; y tal es el único punto de vista que hoy cuenta, el economicista.

6. RUPTURA DEL HOMBRE CON LA "RES PUBLICA"

Occidente entero, el Primer Mundo, vive regímenes de democracia formal. En la práctica estos regímenes no son otra cosa que partitocracias tuteladas por una oligarquía económica. La libertad de expresión ("se puede decir todo pero no sirve para nada") es una ilusión formal. Las elecciones "democráticas", no solo se celebran ante una indiferencia cada vez mayor, sino que además las opciones en liza han sido uniformizadas en función del "realismo" y del "posibilismo": derechas e izquierdas liman sus aristas y se convierten en confusos conglomerados de centro.

Hoy, democracia, en Occidente, supone elegir solo, cada cuatro años, a unos sujetos con los cuales no existe la más mínima relación, divorciados completamente de sus electores, impuestos por las cúpulas de los partidos (esto es, por los grupos de presión a los que sirven), y cuya tarea se limita a apretar un botón siguiendo las consignas de su jefe de grupo parlamentario. No tienen iniciativa propia, ni autonomía de decisión, ni relación con sus electores...

Para colmo, la pared que separa la vida política de la económica es tan fina como un papel de fumar: los grandes negocios se realizan al abrigo del poder que, frecuentemente es cortejado por mafias corruptas y corruptoras. Esta degeneración de la vida pública -corrupción- aumenta, día a día, la separación entre el país real y el país legal. Por lo demás, puede intuirse el ejemplo de unas instituciones corruptas sobre una sociedad presionada por necesidades economicistas: es el "aquí vale todo" que vivimos. La economía dirige a la política, el poder económico al poder político, las necesidades del rendimiento máximo del capital se traducen en decisiones políticas...

La separación de poderes, base del liberalismo democrático, es mera entelequia y solo existe de manera teórica; la representatividad de las instituciones es más que cuestionable en tanto que los electores no reciben suficiente información (sino consignas y falacias publicitarias) a la hora de votar. Por lo demás, es tradicional que los partidos traicionen el voto de los electores y hagan todo lo contrario de lo que han dicho...

En estas condiciones el hombre moderno no participa de la vida pública. Esta ha sido usurpada y acaparada por una clique de políticos profesionales para los que la gestión del poder por el poder es la única norma y ley.

7. RUPTURA DEL HOMBRE CON LO TRASCENDENTE

Entendemos por trascendencia el impulso del hombre hacia el conocimiento de lo divino. La trascendencia forma parte de la naturaleza humana, tanto como su aspecto biológico o su flujo mental. El marco a través del cual el hombre pudo vivir en el pasado la trascendencia, no era únicamente el religioso; buena parte de las técnicas de ascesis no están necesariamente ligados a ninguna forma religiosa concreta. Estas técnicas forman parte del esoterismo, que se sitúa en un plano superior a la mera religiosidad exotérica.

En Occidente, la Iglesia Católica, renunciando a su esoterismo, poniendo el énfasis solo la fé y en el culto ritual, ha sido uno de los responsables de la ruptura del hombre con la trascendencia. El esoterismo implica la posibilidad de tener directamente la experiencia de lo Absoluto. La Iglesia, hace pasar tal experiencia a través del sacerdote y de la fé, no de un ascesis interior.

El resultado ha sido, no solo la disolución progresiva de los lazos del hombre con lo trascendente -lo que se operó en una primera fase- sino la desviación posterior del impulso hacia la trascendencia. Esta desviación se operó en dos direcciones diferentes: de un lado con la aparición de ideologías político-sociales que implicaban la aceptación de dogmas, ritos, culto, sacerdotes, escritos sagrados, etc. (el marxismo en primer lugar), y de otro, la proliferación de sectas seudo-religiosas, cultos exóticos, ocultismo de distintos pelages, etc. que han constituido lo que podemos llamar "supermercado espiritual".

8. RUPTURA DEL HOMBRE CON LA ECONOMIA

La economía ha pasado, en el decurso de los siglos, de ser un accesorio para facilitar la vida social, a dirigir la totalidad de las actividades humanas. El hombre ha dejado de utilizar la economía para su beneficio y se ha convertido en una pieza más del complicado engranaje de producción y consumo.

La economía en las sociedades tradicionales estaba situada en el nivel que le correspondía: junto a la función productora. Ahora bien, al convertirse la burguesía en clase social preeminente, impuso sus valores a la totalidad de la sociedad y los convirtió en hegemónicos: afán de lucro y usura, leyes del mercado, de la oferta y la demanda, etc.
Pero el burgués utilizaba un arma peligrosa para alcanzar sus fines: el capital. Poco a poco, la acumulación de capital se ha ido concentrando en cada vez menos manos y ha cobrado vida propia: la economía se ha vuelto onmipresente, rije los destinos de los hombres y de las naciones, dirige la política e impone sus leyes en todos los campos de actividad humana y millones de hombres sufren las oscilaciones de un sistema económico que ya nadie controla.
Ya hemos dicho que la economía, para servir a la realización de sus leyes objetivas, ha terminado por agredir, de un lado al hombre, de otro a la naturaleza; pero esto no es todo. En los últimos 200 años se han ido produciendo crisis coyunturales en el sistema económico capitalista, que, mejor o peor, se corregían mediante ajustes técnicos; pero hoy, un examente pormenorizado de la actual crisis económica demuestra que no es coyuntural, sino estructural: pero la reforma de las estructuras económicas, pasa por el rompimiento de las leyes del capital y éste hoy, es hegemónico e inamovible y camina hacia sus últimas consecuencias lógicas: máxima acumulación de bienes, optimización de los costos de producción, regímenes de oligopolio, etc. con sus secuelas sociales: alienación del trabajo, legiones de parados, desfase entre la oferta de consumo y las posibilidades reales de consumir, marginación de sectores cada vez mayores de la población, etc.

9. RUPTURA DEL HOMBRE CON EL SABER

A partir del triunfo de las nociones mecanicistas de la ciencia, se operó un cambio sustancial en ésta: el saber dejó de ser algo universal y se fragmentó en especializaciones horizontes progresivamente más restringidos. La educación integral de los científicos se olvidó y la ciencia se convirtió en una búsqueda ciega y sin conciencia, en la que el desprecio más profundo por la dignidad humana, la seguridad del entorno ecológico y la calidad de vida, se utilizó en beneficio de los intereses de las multinaciones y de los gobiernos: unos y otros preocupados por los problemas de competencia.

El saber -como la economía- ha pasado de ser un instrumento en manos del hombre, a ser una cadena de hierro que marca su esclavitud. Hoy sabemos que la idea del progreso indefinido en falaz y engañosa y que los avances técnicos solo mejoran la vida en sus aspectos más superficiales, sino banales.

Ahora bien, dado el proceso economicista de las sociedades modernas, el saber -que en otro tiempo abarcaba ramas muy diferentes del pensamiento humano- ha quedado reducido al saber científico y éste, a su vez, al saber utilitarista: solo merece ser investigado aquello de lo que puede derivar un beneficio, sin importar cualquier otra consideración ética o moral: los espectaculares avances en biología son significativos a este respecto.

Dado que las humanidades no rinden un beneficio directo, pasan a ocupar un plano muy secundario en la enseñanza y son desvalorizadas por las nuevas generaciones. Idiomas como el latín y el griego, cuyo aprendizaje no es un alarde de mera erudición, sino un instrumento para comprender el significado de las palabras y la génesis de las ideas, desaparecen de los programas de bachillerato. La memoria -ese "músculo" a desarrollar- es estigmatizada por una pedagogía "progresista" y su práctica -que todas las civilizaciones tradicionales han colocado en el centro de su sistema pedagógico- borrada literalmente de los nuevos planes de estudio. El resultado son niños que utilizan constantemente la calculadora para sumar cantidades mínimas y que ignoran todo sobre el origen de su cultura y su pasado. El empobrecimiento humanístico de un saber así concebido, es tan evidente como dramático.

10. RUPTURA DEL HOMBRE CON LA TECNICA

El saber aplicado se llama técnica. La técnica ha sido hasta finales del siglo XVIII un medio para alcanzar un fin: la satisfacción de las necesidades humanas. En la actualidad ha pasado a ser un fin en sí mismo y uno de los principales medios de alienación y esclavización del hombre. La técnica, inicialmente es neutral, no es ni buena ni perversa; su bondad o perversidad dependen de su aplicación. El mismo adelanto técnico -el lasser, la energía nuclear- puede ser utilizado para salvar vidas o para destruirlas. Demasiado frecuentemente la técnica va contra lo humano. La eclosión de las nuevas tecnologías -como veremos más detalladamente en el capítulo siguiente- y las actuales direcciones del progrso científico atentan directamente contra lo humano. El drama radica en que nuestra civilización ya no está en condiciones de prescindir de la técnica, desde la energía nuclear a la eléctrica y desde el frigorífico a los satélites de comunicaciones. Estamos obligados a convivir con aquello que está destruyendo nuestra interioridad. Algunos aspectos de la técnica -en especial los monitores de TV, que no son sino miles de luces multicolores que se encienten y se apagan, operan efectos negativos sobre el conjunto humano, pero, a estas alturas ¿cómo prescindir de ellos? ¿sería viable una sociedad moderna sin monitores de TV, terminales informáticos, y en el futuro sistemas de videoconferencia? Ante el monitor estamos como ante esas cajas de cigarrillos que atraen a muchos de nuestros semejantes de manera irresistible aun a pesar de que en ellas se avise que perjudican gravemente a la salud...
La técnica, en definitiva, se ha vuelto contra lo humano.

SOLDAR LAS RUPTURAS: PARA VIVIR LA VIDA

De todas estas rupturas emana una psicopatología social que hace que la humanidad viva una crisis progresivamente generalizada que afecta a las sociedades en tanto que tales y a los individuos aislados en tanto que miembros de unas sociedades en crisis.
Aislando los males es posible evaluar los remedios eventuales. Hay que ver la marcha actual de la civilización, en su tendencia dominante, como una bola de nieve que cae por una ladera arrastrándolo todo y a velocidad progresiva. Parece como si a lo largo de los últimos doscientos años la historia se hubiera acelerado adquiriendo la forma de una curva asindótica en la que las fechas son el eje de ordenadas y el la desintegración el eje de abcisas. Pues bien, la existencia del hombre antes de la muerte, se desenvuelve en ese marco espectral.

Una vida "rota" no es vida, es un sucedáneo de vida. Frente a las rupturas y desintegraciones de hoy no queda más que una vía: recuperar el sentido -etimológico- de lo religioso. La palabra religión procede del latín, "religare", volver a unir. En sánskrito, "yoga" deriva igualmente de "yug", (raíz que, por derivación directa a dado origen a la palabra latina "yugo", unión) cuyo sentido es idéntico. Al hablar de "religión" nos estamos refiriendo no a dogmáticas concretas, ni a cultos o fés particulares, sino a la recuperación de una sabiduría capaz de reintegrar los distintos aspectos de la vida del hombre en una totalidad holística, en un conjunto unitario. Eso y solo eso, puede ser considerado como verdadera vida.

Solo así la vida recuperará un sentido. Solo así, podremos decir que vale la pena vivir la vida y más aun, que existe una vida antes de la muerte... al menos una vida digna de tal nombre. Este libro pretende enseñarle a convivir con un sector de la técnica: la informática y como podrá transformar un relación, en principio hostil respecto a la naturaleza humana, en otra armónica y equilibrada. Le enseñaremos a convertir el veneno en remedio.

No hay comentarios: